Hace un lustro años las magdalenas volvieron con fuerza a las pastelerías, pero reconvertidas en cupcakes; y las tartas se cubrían con fondant. La repostería estaba de moda y los cursos y las tiendas eran un filón. Así lo vio Lucía López cuando preparaba su boda y asistía a las ferias para novios. Una vez casada, y tras quedarse en el paro, comenzó a hacer cursos de galletas y tartas. Y entonces supo (de eso se cumplen ahora tres años) que la pastelería Suiza de O Barco cerraba sus puertas. Así que decidió probar. Cupcakes, tartas de fondant y macarons copaban el escaparate cada mañana. Y la gente respondió. Parte la novedad, parte que están muy ricos. Así que el negocio cuajó y, además, coincidió en el tiempo que cerraba la tienda de niños que había en el local anexo, y que su marido se quedó en el paro. Juntos decidieron ampliar la pastelería para tener una zona de degustación. «Es un complemento, un lugar para degustar los productos; y está bien, porque a diario no salen pasteles como para vivir de esto», señala López.
La zona degustación sigue, y también el escaparate con dulces de todo tipo. Ha bajado, no obstante, la presencia de cupcakes y macarons, por lo que ya solo se hacen por encargo o en fechas señaladas (como las magdalenas de Papá Noel que se pusieron a la venta en Navidad). «Se lo metieron a la gente por todos los sitios; todo el mundo hacía cosas de fondant... Así que ha bajado mucho, pero todavía se vende», dice.
chequeo a la hostelería