La princesa se siente víctima

Gracia Novás REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

La aristócrata se prodiga en los medios para desmentir los vínculos con Urdangarin que sugieren los correos de Torres

28 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein cambió de táctica. De la discreción en que se basa su trabajo -conectar confidencialmente Gobiernos, empresas e individuos de altísimo poder económico- ha pasado a estar en boca de todos. Primero, concedió una entrevista de varias entregas a El Mundo, y ahora a ¡Hola! Incluso habló con La Vanguardia, aunque solo para agradecer al periodista, con exquisita educación, el interés mostrado. Asegura que se siente acosada, una víctima del caso Nóos y en particular de la perversa estrategia judicial de Diego Torres. Llamadas telefónicas, paparazis, invasiones de intimidad de trágicas proporciones, reportajes sensacionalistas... Su vida «se ha convertido en una pesadilla». Un daño de difícil reparación para una impecable reputación profesional cuidadosamente construida, relata, en los últimos 25 años. Hasta ha perdido un cliente «tremendamente importante», lamenta. Así, y aunque está «acostumbrada a la presión y entrenada para mantener la compostura y la integridad», habla para defenderse, «para aclarar la situación y las falsas acusaciones», porque su silencio «estaba siendo malinterpretado».

Ni siquiera se expuso, desconocida como era para el gran público, al saltar a la fama tras saberse que estaba en la cacería de Botsuana con don Juan Carlos cuando, hace ya casi un año, este sufrió un accidente. Ahora ha aprovechado para explicar que es solo una «amiga entrañable» del monarca, a quien profesa un «profundo respeto». Le dolieron las especulaciones que entonces se desataron, «innecesarias y dañinas». Porque estaba en Botsuana con su primer esposo -el empresario británico Philip Adkins, padre de su hija de 20 años y con el que mantiene una excelente relación- y su hijo Alexander, de 11 años, que disfrutaba su primer safari.

La princesa, que a sus 48 años dice estar acostumbrada a moverse en un mundo de hombres pero no ser esa mujer fatal con la que han querido identificarla, afirma que no había hablado con Urdangarin hasta que don Juan Carlos le pidió que le buscase a su yerno un trabajo acorde con «sus capacidades y fortalezas». Se entrevistó con él en el 2004 -«entonces un auténtico golden boy, un atleta olímpico con dos medallas y miembro de una familia real europea»-, pero el duque rechazó el puesto que le ofrecía en la Fundación Laureus porque el salario anual de 200.000 euros no satisfacía sus expectativas.

Nada más. Y sin embargo, han querido meterla en el caso Nóos, dice, «como si fuera un simple documento adjunto» y los honestos responsables de Laureus han sido «arrastrados por el fango». Todo porque unos correos han sido filtrados por Torres de forma que parecen sugerir que tenía intereses en los negocios de Nóos, «un asunto interno que nada tiene que ver conmigo». Admite que ha trabajado en ocasiones y discretamente para encargos del Gobierno español -«soy experta en encontrar soluciones», presume-, pero «España nunca fue el centro del universo de mis operaciones», que son globales, matiza.

Corinna está convencida de que, como «mujer rubia y alemana», la quisieron presentar como una manipuladora en el embrollo Nóos, cuando la verdad, insiste, es que la usaron como «elemento de distracción».