Suárez y el rey, la amistad que hizo posible la democracia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Atlas

23 mar 2014 . Actualizado a las 19:08 h.

La transición de la dictadura a la democracia fue una obra de la que todos los españoles fueron protagonistas. Pero el guion y la dirección de esa película pertenecen sin duda al rey don Juan Carlos y a Adolfo Suárez. El entendimiento, la amistad y la valentía de aquellos dos jóvenes por los que nadie apostaba nada entonces, fue la clave para superar con éxito una tarea que parecía imposible. El rey siempre ha expresado su afecto y su gratitud hacia Suárez. Por más que aquella amistad atravesara después por momentos difíciles, siempre existió entre ellos respeto y admiración.

El flechazo, como lo denomina el periodista Abel Hernández en su libro Suárez y el Rey, surgió antes de que uno fuera rey el otro presidente. Fue en Segovia, donde Adolfo Suárez era gobernador civil. Don Juan Carlos tenía ya en mente la construcción de una España democrática y sintonizó de inmediato con aquel seductor gobernador, en el que vio reflejadas sus propias ambiciones. La leyenda cuenta que ya entonces Suárez le escribió al rey en un papel todos los pasos a dar para transitar hacia la democracia.

El rey promociona a Suárez

En 1969, el entonces príncipe pidió expresamente al almirante Carrero Blanco que nombrara a su ya amigo Adolfo Suárez director de RTVE, un puesto clave desde el que este forjó su ascenso hasta la presidencia tras la muerte de Franco, y desde el que «trabajó» la imagen de don Juan Carlos, tal y como afirma el propio monarca en una conversación con el escritor José Luis de Vilallonga reflejada en el libro biográfico El rey. A la pregunta de por qué eligió a Suárez, responde el rey que «porque era joven, moderno y suficientemente ambicioso como para desear ser el hombre capaz de afrontar los momentos que vivíamos». Don Juan Carlos asegura que, también a instancia suya, Suárez fue nombrado después ministro secretario general del Movimiento.

El tiempo se acelera, pero, a la muerte de Franco, don Juan Carlos cree que todavía no ha llegado el momento. Confirma a Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno. Pero la incompetencia de este y el ninguneo al que trató de someter al rey le dan la ocasión de poner en marcha definitivamente aquel guion que le había entregado Suárez en Segovia.

«Te quiero pedir un favor»

A pesar de que Torcuato Fernández Miranda, el otro gran artífice de la transición y gran consejero del rey, llevaba tiempo tratando de convencer a don Juan Carlos de la idoneidad de Suárez para ocupar al presidencia del Gobierno, el rey se resistía por miedo a precipitarse, aunque en varias conversaciones previas documentadas, como la que mantuvo el 22 de abril de 1976 en la Zarzuela con los ministros Carlos Pérez de Bricio y Francisco Lozano, habló de él como posible candidato.

Del grado de complicidad que ya existía entre ambos da ida la forma en al que don Juan Carlos comunicó finalmente a Suárez su nombramiento como presidente del Gobierno. El propio Suárez contó que el rey le llamó a su despacho y que, al llegar allí, no había nadie. El monarca, bromista empedernido, estaba escondido detrás de la puerta y apareció de pronto para decirle: «Te quiero pedir un favor». Tras ello, le ofreció presidir el nuevo Gobierno. «¡Sí que habéis tardado en pedírmelo! ¡Si no me lo pedís os mato!», contestó Suárez, según relata el periodista Luis Herrero en el libro Los que le llamábamos Adolfo, citando textualmente lo que este le contó. Después de las bromas, el rey sacó los papeles que Suárez le había entregado siete años antes en Segovia con el guion para transitar hacia la democracia. «Adolfo, ha llegado el momento de que hagamos lo que tú habías dicho», le señaló el monarca, según asegura Adolfo Suárez Illana.

A partir de entonces, ambos se encargaron de poner en marcha la fórmula que recomendó Torcuato Fernández Miranda: «Hay que ir de la ley a la ley a través de la ley». El resultado fue la aprobación de la Ley para la Reforma Política, la legalización de todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista pese a la oposición de la cúpula militar, la aprobación de la Constitución y la celebración de las primeras elecciones democráticas.

Aunque el éxito fue indiscutible, el rey y Suárez se la jugaron porque el nombramiento fue mal acogido por todos, desde los medios progresistas como El País o Cuadernos para el Diálogo, hasta los nostálgicos del franquismo. Suárez no se amilanó y pronunció ante sus colaboradores la siguiente frase: «vamos a hacer una obra política que va a asombrar al mundo».

A partir de ahí, la relación entre el rey y Suárez se intensificó muchísimo, en lo político y en lo personal. Sabino Fernández Campo, que fue jefe de la Casa del Rey, dejó escrito que «inicialmente, la confianza del rey en Suárez era total. El cariño era recíproco. Mantenían una relación maravillosa». Luego, las cosas se torcieron entre ambos, pero la obra ya estaba hecha.