
María Rosalina González, quien cuidó durante cuatro años del asesinado Secundino Prego, recela de la versión que ofreció la más joven de las detenidas ante la Guardia Civil
06 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.María Rosalina González Cespón conoció a Secundino Prego Amil, el octogenario muerto a golpes a las puertas de su casa de Chancelas (Poio) en la noche del 2 al 3 de febrero pasados, en la discoteca La Luna hace ya cuatro años. Golpeada por la crisis naval, esta traductora que domina seis idiomas buscaba un trabajo que pudiese compatibilizar con los encargos que le llegasen.
De este modo, el 17 de enero del 2010, comenzó a trabajar de cuidadora. A los cuatro meses, el fallecido «me dijo que fuera con él al notario» y la nombró heredera universal. «Sabía que ese documento no era algo irreversible, ya que lo desharía en cuanto me marchase de la casa. También sabía que su familia, con la que tengo buena relación, lo animaba a que le dejara todo a la persona que lo cuidase, por eso no tuve la sensación de estar traicionando a nadie».
Rosiña, como la conocía Secundino, mantiene que para este último «la idea de ofrecer testamento para que alguien fuese a cuidarle a su casa, tenía la misma validez que cuando se le dice a un niño ??si te portas bien, los reyes te traerán muchas cosas??. Ofrecía pero no materializaba hasta sentirse verdaderamente seguro y de alguna manera protegido por quién le cuidase».
En el caso de la designación de Albertina Táboas, una de las dos detenidas por el crimen, cree que pudo ser «la condición exigida para ir a cuidarle», si bien, de su experiencia, sospecha que «tuvo que haber una presión muy fuerte para que Secundino aceptase de buenas a primeras». No descarta que le convenciesen diciéndole que la alternativa sería el asilo de Caldas: «Él tenía pánico a acabar con las monjas», indica María Rosalina, quien aclara que el motivo no era otro que el miedo a ver restringida su libertad y con ella la posibilidad de acudir cada domingo a La Luna, donde El Abuelo es recordado con añoranza.
Para esta vecina de Raxó, su nombramiento como heredera universal pasó de ser un gesto de cariño a convertirse en un problema, «solamente era su forma de asegurarse que yo le iba a cuidar hasta el final de sus días». A la vista de esta absorbente realidad, a los pocos meses, González Cespón pidió desaparecer del documento, un extremo que ha verificado la Guardia Civil.
En cuanto a la versión que la segunda arrestada, Rocío Gondar, ofreció a estos agentes, considera que tiene flecos. Sobre todo en lo referente a que lo convencieron para ir a tomar un café a un bar cercano al domicilio, entre otras cosas porque en las inmediaciones solo hay dos: «Uno está cerrado los domingos por la noche y en el otro [Secundino] no es bien recibido».
La tesis que maneja María Rosalina es que le pidieron «que les adelantase algún dinero y este se negó». Ve probable que se produjera una discusión y, dado el carácter de Secundino que «evitaba cualquier tipo de enfrentamiento», este saliese de la casa. «Ellas reaccionaron, cogieron el primer objeto que encontraron y fueron detrás de él».