Los secretos del río que daba a la Boa Vila olor a limpio

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CEDIDA

El caudal ha sido testigo fiel de la transformación de la ciudad «del Lérez»

19 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Imprimía un agradable olor a limpio a Pontevedra, ayudó a descubrir la posible falsa atribución de muchas fotos históricas al autor equivocado, y acogió a los enfermos terminales azotados por la lepra en la Edad Media. El río dos Gafos asomó tímidamente su cauce en las últimas semanas para presumir de premio, el que el Colexio de Arquitectos concedió a Vaipolorío por la impagable labor de recuperar uno de los caudales más importantes de la ciudad. Pero lo cierto es que la historia de Os Gafos se escribe en mayúsculas cuando se trata de atestiguar la transformación de su villa.

Pontevedra era una ciudad cuyo olor embaucaba a cuantos se acercaban a ella. Corría la década de los 60, y ya presumía de capitalidad. El mérito de que la villa -y sus habitantes- tuvieran fama de limpios era del río dos Gafos. Ahora un libro reivindica también su importancia en la historia: O río da memoria. Cartafol dos Gafos, y su autor, Calros Solla, llegan cargados de razones para lograrlo. Detrás de ellos, Vaipolorío soporta el proyecto editorial.

Prohibido lavar en el Lérez

Fue la prohibición de lavar la ropa en el Lérez la que hizo que su afluente se llenara de lavaderos y lavandeiras. Llegó a tener cinco en su cauce, además de la tradicional estampa que adornaba Campolongo de sábanas blancas que mecía el viento. Eran el jabón que empleaban y el Danubio Azul -la casa de baños, ubicada en la curva de As Corbaceiras, que paliaba la falta de higiene en la ciudad- los que le otorgaban el olor a limpio. Y, además de esta función -tangencial y casual-, los lavaderos llegaron a convertir el cauce en uno de los puntos con mayor actividad económica de la ciudad. Unas dos pesetas anuales tenían que abonar las lavandeiras a los propietarios de las instalaciones, sobre todo si, como la de O Peilán, estaban cubiertas.

La magnitud del negocio se puede deducir del tamaño de la edificación: la de O Peilán contaba con 48 puestos de lavado. Además de este, y aunque de proporciones menores, se encontraban el de O Gorgullón, Nori, Ramallo, Vítor Soler y Campolongo.

Los «gafados»

La historia del río ha estado siempre, sin embargo, plagada de altibajos en cuanto a los cuidados que recibía de autoridades y vecinos. Su nombre es buena prueba de ello: «Dende a Baixa Idade Media e aínda no século XVIII, a embocadura do río dos Gafos foi escenario do aseo cotiá dos leprosos». Eran los gafados de la sociedad de entonces. Por eso había que mantenerlos alejados, recluidos en lazaretos, que se dividían en dos tipos: los limpios -ocupados por enfermos en fases iniciales del mal-, o sucios -albergaban a los pacientes terminales-. Precisamente a 200 metros de la puerta de Trabancas (la que da paso a la praza da Ferrería), en la zona en la que actualmente se encuentra la fuente de los niños, se encontraba uno de ellos, limpio. En la Ribeira dos Peiraos, junto al Gafos, estaba el sucio.

¿De quién es la foto?

Los secretos de Os Gafos encierran otros muchos. Una de sus fotos avivan, sin ir más lejos, las dudas acerca de la autoría de multitud de instantáneas de principios de siglo atribuidas a Zagala, y que han sido reclamadas por la familia de Novás, su discípulo. En una del maestro de 1905 aparece Novás con una cámara en la mano. Resultaría, así, difícil asegurar qué negativo corresponde a cada autor.

Por no hablar de los misterios que se quedaron en la casa del pirata Benito Soto, ubicada en el número 31 del Camiño de San Roque, que conserva la numeración.

os gafos el cauce que encierra historia

Acogió una casa de baños y una curtidoría, y en su ribera vivió el pirata Benito Soto

Su nombre viene del lazareto de enfermos terminales de lepra que albergó