Adrián Rodríguez presentará el día 23 en la biografía «Solo Rivas Fontán. Memorias de un político lejos del rebaño»
15 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Adrián Rodríguez no suele reírse a carcajadas y, cuando lo hace, le sale sincera y espontánea. Es una forma de saber si alguien le cae bien. Con José Rivas Fontán ríe con frecuencia. Y le orienta. Si comienza a irse por los cerros de Úbeda al responder a una pregunta se lo dice amablemente y, si no está contestando a lo que se le pregunta, también. Rivas Fontán dice de él que es como un nieto que acaba de añadir a su lista de biológicos, y que, además de su biógrafo ha pasado a convertirse en alguien de su círculo íntimo. Se miran cuando se toca el tema y esperan un segundo antes de contestar. «Con este libro yo he ganado un amigo», asegura el exalcalde pontevedrés, el único que ha gobernado el Concello de la cuidad del Lérez bajo tres silgas diferentes -además de ser diputado constituyente- en tres momentos bien distintos de la historia de España, Galicia, y el propio municipio. Desde 1979 y hasta 1981 fue la cara visible de UCD, Independientes de Galicia y Alianza Popular (más tarde la herencia le acabaría llevando por los derroteros del Partido Popular). Por eso, en la charla informal mantenida a unos días de la presentación de Solo Rivas Fontáns. Memorias de un político lejos del rebaño -el lunes 23 en el teatro Principal- es el periodista el que responde las preguntas sobre el político y viceversa.
La primera vez que quedó con él en una cafetería para proponerle el libro, hace dos años, Adrián iba nervioso. Nada más encontrarse, Rivas sacó su móvil y empezó a hablarle de una de sus perras, un pastor alemán. En ese preciso momento, reconoce Rodríguez, entendió el libro que iba a escribir antes incluso de empezarlo, porque comprendió cómo el político que había salido casi por la puerta de atrás de la Casa Consistorial y del Congreso había conseguido ser el líder aclamado por tanto vecinos durante tanto tiempo -12 años- y bajo tantas silgas. Su mayoría absoluta de 1979 solo ha sido superada, de hecho, en Córdoba por Julio Anguita, asegura. «Pensé de qué me habla este hombre, que vengo a plantearle una idea de la leche, una idea tremenda, y me está hablando de su perra. Pero en ese momento entendí de dónde venía la capacidad de establecer una sintonía y una cercanía con el votante que luego te da los votos en unas municipales».
Y también por eso sorprende que, sin ningún tipo de reservas, ambos coincidan en que, de todos los baches que abollaron su extensa y accidentada carrera política, la mayor traición que ha sufrido se la atribuya a Teresa Pedrosa, la candidata del PP entre el 2003 y el 2007. Fue en el último mandato activo del maestro de Verducido en el Ayuntamiento, como concejal popular. Le dolió mucho la situación a la que le condujo Mariano Rajoy tras prometerle la presidencia de la Diputación para convencerlo de que concurriera a las municipales como número dos de Pedrosa para luego dejarlo fuera.
El engaño de Rajoy
«En el caso de Rajoy, me engañó, pero me engañó a cambio de nada. La peor traición que tuve fue la de Teresa Pedrosa, porque me engañó y me traicionó» para convertirse en vicepresidenta provincial. «Quizás el problema de Rajoy es que llovía sobre mojado porque era el segundo engaño que recibía en un año, prácticamente, después de que le hubieran prometido la presidencia de la Diputación. Le engañaban dos veces (la segunda prometiéndole un escaño en el Congreso), y yo creo que ahí se unía el engaño a la propia sensación de decir ??cómo me he podido dejar engañar otra vez??», matiza Rodríguez. También acierta su biógrafo cuando se le pregunta por el momento más duro de recordar: «Cuando ya está el libro casi escrito, estábamos en su casa, donde nos reuníamos siempre para charlar, y no sé por qué Rivas fue a buscar a una especie de altillo que tiene allí lleno de papeles una carpeta en la que ponía Luciano Varela. Y, cuando la estaba sacando, dijo: ??Es que veo esto y se me revuelve el estómago??. Así que yo creo que toda la etapa de Luciano Varela es, sin duda, la más dura, porque es la que afectó a su vida personal, y a su salud y a todo. Todo lo demás son cuestiones políticas, cuchilladas que se dan en ese campo y que entra dentro del juego». No lo hacían los cinco juicios en los que el exalcalde se sentó en el banquillo para responder a acusaciones de cohecho, prevaricación, atentado contra la independencia judicial, incompatibilidad de sus sueldos y desacato.