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El templo del placer

| JUAN CAPEÁNS |

SANTIAGO

CRÓNICAS URBANAS

14 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

LA CATEDRAL está viva. Tiene tantos recovecos desconocidos, tantos puntos de vista insólitos, tanto liquen que arruga el granito que da pena que tenga puertas. Alguna se abre cada año santo y otras ni eso. Yo creo que el templo hay que compartirlo en toda su dimensión artística, cultural, arquitectónica, mística y religiosa, y Jesús seguro que opinaba lo mismo. A veces, no siempre, coincidimos. Poco patrimonio de la humanidad es aquel que está oculto a nuestros ojos bajo llaves de dimensiones extraordinarias, como todo lo que esconden detrás. Desempolvar las torres, pisar sus tejados, descubrir nuevos espacios entre su tapiz barroco y las capillas románicas, conocer el reloj de sol de la Berenguela, el cuarto donde vivió el sastre campanero, ensuciar los dedos con las esculturas de la buxería o encogerse con la humedad de su subsuelo es un placer enorme. Demasiado para la Iglesia.