En el actual contexto de contracción del crecimiento y reducción de la capacidad de financiación y gasto público, la eficiencia del funcionamiento de las ciudades se hace todavía más urgente y necesaria. Este hecho resulta más relevante si tenemos en cuenta que las urbes concentrarán a finales de siglo más del 80% de la población y el 75% del consumo energético. El crecimiento económico pasa, cada vez más, por un enfoque sostenible desde el punto de vista del medio ambiente, pero también desde el financiero. La aplicación de las nuevas tecnologías supone una oportunidad para ayudarnos a conseguir esta mayor eficiencia de los servicios.
Para mejorar esta eficiencia, se necesita un conocimiento constante de lo que ocurre en una ciudad con el fin de que se vaya adaptando a lo que los ciudadanos le van pidiendo en cada momento. Esto requiere, por ejemplo, disponer de instrumentos o sensores que capturen la información relevante -plazas de aparcamiento, iluminación, contenedores de basuras, jardines- y transportar esa información de manera bidireccional para facilitar la toma de decisiones en un nivel superior, a través de centros de control, tratamiento inteligente de la información, uso intensivo de las herramientas analíticas de simulación y optimización. Desde Indra ya hemos implantado y experimentado un completo conjunto de casos de éxito en diferentes dimensiones y necesidades de las ciudades, como la movilidad, la energía, los servicios urbanos, la e-administración y la participación ciudadana, la gestión de la seguridad y de las emergencias y muchos otros. Los proyectos Smart Cities ya son una realidad.
El modelo de Ciudad Inteligente constituye una oportunidad para cambiar el paradigma en la prestación de servicios públicos aprovechando todo el valor añadido que ofrecen las Tecnologías de la Información y Comunicación. ¿Cómo? Por ejemplo, evolucionando desde un modelo de recogida de residuos basado en un programa o recursos fijos, a un modelo dinámico donde se recogen solo cuando sea necesario. O pasando de tener máxima iluminación en las calles durante toda la noche a un modelo en el que se incremente la intensidad al paso de vehículos o personas y se reduzca cuando no se haga necesaria. De forma paralela, este cambio también exige un nuevo modelo de relación de la ciudad con los proveedores que asegure la calidad de los servicios y la eficiencia de sus procesos con el fin último de maximizar el retorno para los ciudadanos del coste de los servicios municipales. Pero las implantaciones masivas de tecnologías no garantizan un incremento de inteligencia en la ciudad. Un proceso Smart City debe, al mismo tiempo, mejorar el funcionamiento y la eficiencia de la ciudad, aumentar su competitividad y ofrecer oportunidades de mejora para sus habitantes, que son el centro de cualquier proyecto de Ciudad Inteligente.