Un recorrido por la ciudad pone en evidencia zonas infranqueables
22 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Santiago, en apariencia para quienes no tienen ninguna limitación de psicomotricidad, puede ser considerada como una ciudad accesible con escasas excepciones. Sin embargo, después de varias horas de paseo junto a Anxo Queiruga, presidente de Cogami, la visión cambia radicalmente y la excepción es precisamente un puñado de calles recién remodeladas.
El recorrido arranca en la moderna Facultade de Ciencias da Información, donde una impresionante rampa requiere de destreza para conseguir llegar al final. «Esta rampa tendría que tener, por lo menos, tres descansos», apunta Anxo. A la larga pendiente se une un suelo adoquinado, que representa «un martirio» para quien se ve obligado a vivir atado a una silla. Un tipo de suelo habitual en muchas calles antiguas y modernas de la ciudad que ha hecho agudizar el ingenio a Anxo, que cambió la ruedas macizas de su silla por unas de aire, que le permiten rodar sobre el adoquinado sin sufrimientos innecesarios.
Desde Xornalismo nos dirigimos al Auditorio de Galicia. Tanto a la derecha como a la izquierda, la circulación tiene que hacerse por la calzada, ya que no hay ningún paso habilitado para sillas de ruedas. Optamos por ir hacia la izquierda, para subir por la rúa do Burgo hacia Económicas. La acera nos sorprende con un rebaje casi perfecto en el sentido de la marcha, pero no al otro lado, donde el bordillo tiene una altura apta para caminantes pero no para sillas. Tras un impulso se supera el desnivel.
Frente a Económicas y en varios puntos de la avenida Xoán XXIII y Basquiños vuelven a aparecer otros muchos pasos de peatones donde un lado de la acera tiene cota cero y la otra supera con creces los dos centímetros permitidos por la normativa.
Ligero empujón
Por suerte, Anxo Queiruga está en forma y solo requiere de un ligero empujón en Xoán XXIII. Precisamente en esta avenida chocamos con otro absurdo. Un rebaje de acera fuera del paso de peatones al que se le une un espectacular badén, que se convierte en una trampa para las ruedas y que también es un peligro más que evidente para las personas ciegas. Los espacios de aparcamiento de Xoán XXIII vuelven a ser otra trampa: «Cando saes do coche tes que meterte na calzada, e ademais tes o badén». Recuerda Anxo otra plaza pintada en Galeras, donde «unha parte ocupa o carril de circulación». Tamén a que está en Ciencias da Comunicación, «que non está pintada e o normal é que non quede espacio para un coche».
De vuelta al Burgo, ya en coche, nos dirigimos a la nueva urbanización de Salgueiriños. «Isto demostra que non é un problema de novo o vello, senón de interese, de entender que a accesibilidade é unha cuestión que nos afecta a todos».
En el aparcamiento se habilitaron varias plazas con una espectacular rampa de acceso para llegar a la rúa Melide. «Non hai quen a suba, e se a baixas a torta pode ser boa; tería chegado con facela en zigzag, que hai espazo». El siguiente paso solo tiene escaleras. Así pues, la única opción para llegar a la rúa Melide es circular bordeando todo el aparcamiento por la calzada, ya que las aceras no están rebajadas y, por tanto, no son accesibles. Como ocurre en casi toda la zona norte, pero también en otros puntos de la ciudad.