El humor de Roberto Vilar invita a celebrar otro Apóstolo austero

r.m. santiago / la voz

SANTIAGO

monica ferreirós

El cómico arrastró al Obradoiro a numeroso público para abrir las fiestas

23 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Una plaza del Obradoiro con una de sus mejores entradas dio ayer la bienvenida a las fiestas del Apóstolo, una edición tocada nuevamente por la austeridad pero que hizo del humor la vía para invitar a los ciudadanos a disfrutarlas. El humor lo puso el cómico Roberto Vidal, un rostro sobradamente conocido, residente en Compostela desde hace 23 años y quien no por estar en el mismo palacio municipal dejó de aludir a alguno de los quebrantos que ha vivido la ciudad en este mandato, como el relevo en la alcaldía. «Acabo de saudar ao alcalde -dijo tras presentar a su hija con la camiseta del Compostela- e está moi cambiado Conde Roa», apuntó con Currás a su lado, aunque la Administración le sirvió para lanzar algún gag más, como cuando llegó a Santiago. «Viña en autobús e pinchou diante da Xunta. ¿E vos preguntaredes como sabía que era a Xunta se nunca estivera aquí?. Pois porque tiña un cartel que poñía Marina D?Or, ciudad de vacaciones».

Pero hasta las obras reiteradas y las inconclusas le sirvieron para levantar las risas del público. Porque tan celebrada fue su mención a la coincidencia de esa llegada con las obras de San Pedro como la queja de un vendedor del mercadillo de Salgueiriños por un edificio que hay al lado «e que dá moi mala imaxe de negocio». Y mención hubo también para «un electricista do Milladoiro». No hicieron falta mayores presentaciones para arrancar de nuevo las risas, que volvieron cuando Vilar proclamó que Santiago no es de letras, sino de ciencias. «Por iso non se dá acabado a Cidade da Cultura», sobre la que Eissenman habría dicho: «¿E que che vou cobrar agora por isto?. Isto facíacho Mahía pola metade», según la versión cómica de Vilar, quien demostró su especial querencia por Santiago y de nuevo arrancó aplausos al elogiar su belleza. La parte menos improvisada de su discurso la convirtió en una carta de Compostela a sus ciudadanos. Una Compostela agradecida a sus vecinos por «quererme como son, calada, humilde, sincera, escoitadora, sixilosa na noite e sobre todo abrazadora» y agradecida también con quienes buscan la formación de sus aulas, con aquellos que peregrinan «ata o interior da miña alma» y con la ciudadanía que «coida desta xente viaxeira». Una ciudad desde la que Vilar dijo mantener la esperanza frente a la crisis, pero advirtió que ese es un viaje en el que debemos ir todos y si alguien se cae, dijo en relación a desahuciados y preferentistas, «hai que parar o tren e recollelos». Aplausos encendidos cerraron esa parte de su discurso, como los ánimos que lanzó a comerciantes y hosteleros. Menos entusiamo levantó su invitación a terminar con el Miudiño -como hiciera Moncho Fernández-, con el ánimo de hacer de él un canto habitual en el pregón. Sonó pero tímidamente. Lo que sí sonó fue el primer concierto del Apóstolo solo unos minutos después.