De lo que, según el fiscal, Messaoud El-Omari prometía a los marroquíes con los que contactaba a lo que realmente se encontraban cuando llegaban a Galicia mediaba un abismo. Además de asegurarles que estarían legalmente contratados y que les arreglarían los papeles para residir en España, les ofrecían sueldos de hasta 2.000 euros. La realidad es que acababan trabajando durante jornadas eternas, muchas veces sin estar dados de alta en la Seguridad Social y cobrando sueldos ínfimos, a veces de solo 500 euros al mes, que a algunos de los estafados les entregaban en mano. Tampoco disfrutaban del derecho a vacaciones. Las peores condiciones las tenían los trabajadores que acababan en las granjas, que llegaban a vivir en lo que el fiscal califica como «una especie de chabola sin agua caliente, sin electrodomésticos y con goteras».