Dos días se prolongarán los trabajos de desescombro en Fonte Seca y su entorno. En ese tiempo aparecen cinco cadáveres más: María García, criada de las señoras de Otero, «de la parroquia de Sar y sobrina de un canónigo de aquella colegiata, que parece pasaba por la calle a buscar vino cuando acaeció la desgracia», recuerda Pérez Constanti 114 años después; y Benita Penela, natural de San Miguel de Barciela, criada de Benita Sarela, de Santa Susana y que, casualmente, se encontraba en la casa que habitaba doña Baltasara Sánchez Cidrás.
Doña Baltasara
También desenterraron de los escombros los restos de la propia doña Baltasara, hermana del canónigo de Tui José Sánchez; y el cuerpo de un labrador «sumamente destrozado, sin que su rostro tuviese más figura que la de una monstruosidad y abrasada la ropa [...] No hubo quien diese la menor razón de la identidad de su persona». Para que digan que ahora contamos las cosas con crudeza; las tragedias son crudas por sí mismas.
Aún apareció otro supuesto labrador más a quien nadie lloró. ¿Y quieren saber cómo se hacía en la época para tratar de identificar a los cadáveres cuando faltaban todavía 23 años para que Nicéphore Niépce tomase la primera fotografía de la historia? Exponiendo el despojo, por si alguien pudiera reconocer alguna parte.
Las causas
Nunca quedó claro qué causó la tragedia. «Se dudaba -explica Xaime- de que la casa de Tomasa reuniera las condiciones para funcionar como estanco y se acusó de imprudencia y negligencia a Juan Domínguez. Además, lo culparon de almacenar más pólvora de la declarada, ya que las 330 libras registradas en sus libros difícilmente podrían haber causado tal desastre». Otros dijeron que habían visto a gente fumando junto a la ventana. Y hubo quien recordó que Toniño, el hijo del estanquillero, acostumbraba a jugar con pólvora en la plaza haciendo «inferniños». Muy mal parado salió de toda esta historia su padre. Perdió todo lo que tenía, incluido el niño, y acabó en la cárcel, arruinado material y humanamente.