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Visantoña ya puede rendir culto a su fraile Berardo

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol MELIDE / LA VOZ

SANTIAGO

Núñez ante la casa natal del religioso, en la aldea de Seoane.
Núñez ante la casa natal del religioso, en la aldea de Seoane. noguerol< / span>

El capuchino es uno de los mártires que hoy reciben la declaración papal

13 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En la iglesia de la parroquia hay una placa que lo recuerda, pero solo un vecino de Santiso se ha interesado en saber quién era y el porqué de la deferencia en el templo. «Siervo de Dios. Berardo de Visantoña. 1878-1936», reza la inscripción sobre mármol que José Núñez se empeñó en descifrar «porque los dos nacimos en la misma aldea y porque soy un enamorado de la historia», cuenta. Y tanto. A Berardo de Visantoña, al que hoy beatifican en Tarragona junto con otros 521 mártires, le puso nombre y apellidos hace ya cuatro años este jubilado de la Guardia Civil que, desde su retiro y a sus 91 años, lleva escrito catorce libros. Ni más, ni menos.

Síntesis de la persecución religiosa en España del año 1934 al 1939 es una de las publicaciones que firma José Núñez. Editada en mayo de 2010, la inspiró precisamente la figura del beato. «Si no fuera por él, no escribiría este libro», cuenta el autor, que dedica un capítulo entero a Joaquín Frade Eiras. Así se llamaba Berardo de Visantoña, que tomó el sobrenombre de la parroquia en la que había nacido en abril de 1878 cuando ingresó en la orden religiosa de los capuchinos. Las circunstancias en las que fue ejecutado con 58 años al inicio de la Guerra Civil también se detallan en la obra: «En julio de 1936, se hallaba destinado en Gijón y, entre los días 21 y 22 del citado mes y año, fue detenido por milicianos republicano-comunistas, con otros religiosos compañeros suyos, y encerrados en la Iglesia de los Jesuitas, que era utilizada como prisión. [...] Posteriormente, él y otros cuatro religiosos fueron trasladados a la Iglesia de San José, en el mismo Gijón, que también había sido habilitada para prisión; hasta el 14 de agosto de 1936, en que salieron de esa iglesia-prisión tres camiones cargados de presos, entre los que figuraban los cinco Religiosos, siendo llevados al cementerio de Jové, donde fueron asesinados ese mismo día».

Así sació José Núñez la curiosidad por saber quién era el fraile de Visantoña, más concretamente de la aldea de Seoane, «del que sabíamos que murió asesinado en la Guerra Civil, pero ni dónde, ni cómo había sucedido aquel lamentable hecho», comenta. Echando la vista atrás y mano de una memoria que es como los buenos amigos -no le falla por más años que pasen-, Núñez recuerda de sus tiempos mozos a los hermanos del mártir, María y Victoriano. «Se asomaban a las ventanas para ver cómo pasaba la procesión desde la iglesia y rodeaba el crucero para retornar al templo en las fiestas de San Juan y de San Agustín», cuenta a las puertas de la casa en la que nació el beato, al que no enfoca en ese recuerdo porque «cuando ellos venían, Berardo ya era fraile».

La vivienda, deshabitada desde que hace dos meses murió su último propietario, «era una casona comparado con lo que había entonces por la aldea; en la planta baja vivía el casero, y el piso lo ocupaban ellos cuando venían a pasar unos días en verano», comenta José, entre otros muchos detalles, para dar cuenta de que la de Berardo de Visantoña era una familia pudiente de la que hoy tan solo queda algún que otro descendiente, aunque ya lejano.

reportaje un beato en santiso