Agustín Hernández, arropado por el presidente de la Xunta, le dio el pistoletazo de salida al polígono industrial de A Sionlla, el más extenso de Santiago, la panacea, el destinado a solucionar la grave carencia de suelo industrial en Compostela. Cerca de millón y medio de metros cuadrados de superficie total han quedado preparados por las máquinas. Las estrategias diseñadas por el departamento de Hernández, incluida la reducción de precios, no han dado el resultado apetecido. El suelo de A Sionlla es un páramo.
Ahora Hernández ha de hacer frente a esa realidad desde el punto de vista de quienes le instaban a actuar para ver naves en el polígono. Hay algunas iniciativas en marcha, que aún no se trasladaron del papel al parque empresarial. De paso le ha quedado, justo al lado, la patata caliente de dos polígonos en Costa Vella y Formarís que Currás ha dejado abandonados con un pleito de los propietarios contra Raxoi.
Por el norte está también una de las asignaturas pendientes de esta ciudad, con la que le han calentado los cascos a Hernández como conselleiro y se lo van a hacer como alcalde: el aeropuerto de Lavacolla. Sus acciones desde la Xunta en concordancia con Aena y Fomento no han dado el resultado apetecido y, aunque tímidamente empezó a recuperar algo de terreno, el aeródromo compostelano está sumido en la crisis.
La coordinación aeroportuaria, vista en en el marco autonómico por Hernández, pasa a ser vista con perspectiva local. Obviamente, el dubitativo acento del conselleiro de Medio Ambiente se volverá firme en pro de Lavacolla, porque además coincide con que se trata del aeropuerto estratégicamente más defendible de Galicia.
En cartera hay otras iniciativas relevantes para la ciudad que el próximo alcalde habrá de abordar, quizás con perspectiva de más años, y en las que el concurso de sus actuales colegas autonómicos puede serle útil. Por ejemplo, darle un destino al esqueleto arquitectónico que prometía ser el parque de bomberos comarcal. Tras años de espera, una mano amiga puede echarle una mano.