Entre los dos condenados no hubo ni el más mínimo gesto solidario
30 oct 2015 . Actualizado a las 19:53 h.Rosario Porto y Alfonso Basterra tardaron muy poco en darse cuenta de que no era su día, pero él reaccionó mucho antes que ella. Otra vez, como hizo en las primeras sesiones del juicio hasta que el juez le llamó la atención, empezó a negar con la cabeza, a arquear las cejas, a mirarse las uñas y a entrelazar las manos para contener la rabia. Los acaban de condenar a ambos por el asesinato de su hija Asunta Basterra Porto.
Ella, a diferencia del resto del juicio, estuvo más entera, moviendo las piernas con ansiedad. No lloró durante la lectura del veredicto y no reaccionó a ninguna de las afirmaciones, gravísimas, que iba desgranando el portavoz del jurado, que leyó con aplomo mientras sus ocho compañeros con los que compartió cientos de horas en el último mes escuchaban con rostro serio y sereno. Basterra sí hizo gestos evidentes de desaprobación cuando el tribunal popular señaló que no se podía descartar su presencia en el chalé de Teo en el momento en el que, ahora sí de forma probada, asfixiaron a su hija, que no se pudo defender.
Rosario se mantuvo firme hasta el trámite final, cuando intervinieron las partes. Ahí sí reaccionó. Miró desafiante al fiscal y hasta puso una sonrisa irónica al escuchar el «reproche» jurídico por ser la víctima menor de 16 años. Le duró poco, porque segundos después intervino su abogado, y al acabar de hablar Gutiérrez Aranguren rompió a llorar y a preguntarle «¿Por qué...?».
Entre los dos condenados no hubo ni el más mínimo gesto solidario. Querían salir cuanto antes de la sala y le ofrecieron sus muñecas unidas a los policías para que les pusieran las esposas y salir hacia Teixeiro, donde todo apunta que pasarán los próximos años.
En el exterior de la sala había dos personas extremadamente satisfechas. Ricardo Pérez Lama y Rocío Beceiro, representantes de la acusación popular, se mostraban convencidos de que el jurado había entendido los hechos «exactamente igual» que la Asociación Clara Campoamor, y se remitió a su escrito de calificación fechado en julio del 2014.
El abogado de Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren, tampoco faltó a su habitual encuentro con la prensa en los exteriores del juzgado. Visiblemente abatido, aunque con la contención propia de un profesional, reconoció su parte de responsabilidad «en este fracaso» y afirmó no entender la «contundencia» del tribunal al considerar «débiles» algunas de las argumentaciones. Adelantó que habrá recurso. Belén Hospido, como siempre, optó por el silencio. El fiscal, Jorge Fernández de Aránguiz, siguió trabajando en su despacho.