Fermín Bouza, la reina y el aula 501

Xurxo Melchor CIUDADANA

SANTIAGO

01 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Fermín Bouza Álvarez (Santiago, 1949) falleció el pasado sábado en Madrid y confieso que he sentido su pérdida como si una parte misma de mi vida se hubiese marchado con él. Desconocía todo de él cuando fui su alumno de Opinión Pública en la Universidad Complutense. No sabía nada de sus obras tanto en gallego como en castellano y solo años después conocí que aquel PSOE todopoderoso de Felipe González recurría a su saber porque tenía fama de ser el que mejor se manejaba en los intrincados vericuetos de la sociología demoscópica. Aquel tipo pelirrojo, grandote y de vozarrón pausado enseguida nos cautivó. A mí y al grupito surgido en el aula 501 que se había mantenido unido por mucho más que los libros desde el inicio de la carrera. En él estaba la reina Letizia, que por aquel entonces era solo Leti y que comparte con el profesor compostelano una anécdota curiosa de la que tuve constancia tiempo después, cuando pasó a ser la prometida del por entonces príncipe Felipe. Una amiga común me relató que, fruto de un trabajo académico, Fermín Bouza conservaba una auto-entrevista de Letizia. Aquel inocuo documento cobraba un innegable valor histórico y él le pidió permiso para publicarlo. Ella se lo denegó y nunca más se supo.

Fermín Bouza fue además el único profesor que me premió con una matrícula de honor. Fue en el último parcial de aquella maravillosa asignatura que era Opinión Pública. La media con las demás evaluaciones hizo que la nota final quedase en sobresaliente, pero admito que aquel examen es mi mayor éxito académico y que de alguna manera me unió para siempre a aquel profesor que tanto hizo para que aquellos jóvenes aprendiésemos a pensar por nosotros mismos. Siempre he creído que él puso muchos de los cimientos de la persona en la que me convertí cuando abandoné las aulas y que era alguien que me gustaba inmensamente más que aquel que había entrado.

Cuando el periodismo me llevó a Vilagarcía aún me sentí más ligado a Fermín, porque enseguida supe que su familiar Fermín Bouza-Brey, historiador, etnógrafo y escritor, formaba parte de la historia grande de la capital arousana, a la que yo ya consideraré para siempre mi hogar. Y es que fue el padre de Bouza Álvarez el que tenía en su poder y el que entregó al Concello la carta puebla, el documento por el cual García de Caamaño fundó la ciudad el 12 de mayo de 1441. Pocas veces, yo diría que solo dos, volví a hablar con Fermín Bouza tras licenciarme. Ninguna de ellas pude decirle lo que su forma de enseñar había representado en mi vida y en la de muchos otros. Fermín Bouza se ha ido, pero su luz seguirá brillando en todos aquellos a los que nos iluminó.