El encanto de las dos partes de Ponte Ledesma unidas por un puente centenario

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Las islas de Gres invitan a dejar correr el tiempo sin prisas

04 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ponte Ledesma es, simplemente, un lujo. Un lujo de la naturaleza y un lujo porque sus habitantes han convertido ese entorno en un lugar plácido con varios servicios que incluyen una farmacia cuyo mostrador vale un potosí, una gasolinera que no abre hasta las diez y media de la mañana, una capilla preciosa (San Ramón), una pensión rural con mucho encanto (Casa da Capilla) y un café que por fuera no está nada mal (lejos de la vulgaridad) y que por dentro es precioso. Se llama Casa Lodeiro-A de Rafael, dan comidas tradicionales, es el punto de encuentro de la zona con una atmósfera amistosa y, además, al frente está un profesional al que no se le puede poner ni una pega. Por cierto, curioso mandil.

Incluso las viviendas distan de la rutina de cemento y a veces balcón que tanto daño estético han hecho en otros lugares. Cierto es que la parte coruñesa, donde arranca el puente centenario, es más bonita que la pontevedresa, si bien ambas se merecen un buen rato, con un enorme y algo alambicado cruceiro con tres placas. Una de estas aclara el origen: «El señor de este cruceiro lo dedica a sus tíos sacerdotes Ramón y Jesús su sobrino Perfecto Lodeiro López. Gres, a 11 de mayo 1998». Lo que no tiene de antigüedad lo suple con ampulosidad.

De manera que el entorno, con el área recreativa magnífica de las islas de Gres (nombre de esa parroquia pontevedresa del municipio de Vila de Cruces), invita a dejar correr el tiempo sin prisas. De paso es posible visitar el monasterio de Camanzo (siglo XII) siguiendo la carretera ascendente a la izquierda. Y si se prefiere la derecha, primero se verá a la misma mano un buen hórreo, luego una casa con mucha nobleza en sus paredes, la iglesia de Santiago de Gres —dos campanas, destilando arte barroco— en un nivel inferior con el cementerio pegado a ella y un impresionante pazo con su capilla y sobrellevando como puede su notorio abandono.

De nuevo en suelo coruñés, existen dos alternativas para ir en paralelo al río Ulla, y ambas se van a juntar más adelante. La más pegada a la corriente arranca del núcleo mismo de Ponte Ledesma, es muy recta, ancha, pintados los bordes y muy llana. Llega un punto en el que una señal indica por dónde se va a la iglesia de San Salvador.

La otra alternativa parte de la carretera general, a la altura de un cruceiro sencillo, un contenedor de reciclaje de papel y una parada de autobús en estado muy malo. Es más estrecha, no están pintados los bordes, asciende al comienzo, pasa ante la magnífica casa de Xan Vilar, levantada en 1767, y la vega del Ulla se distingue mejor gracias a la altura.

De cualquier manera, el viajero se planta ante la iglesia, a la que se accede bien por una interminable sucesión de escaleras o bien, dando un rodeo, por asfalto. También se halla en un nivel inferior, como la de Gres. Es un barroco sin complicaciones, pero su cementerio fue levantado con espíritu artístico.

Donde ambas vías se unen es la salida de Vila, un lugar muy alargado. Merece la pena continuar unos metros más, siempre subiendo porque la imagen que se tiene del Ulla, allá abajo, es simplemente espectacular, con la vega muy fértil a la izquierda del que se ha detenido ahí, disfrutando de la placidez de esas zonas rurales tan cercanas a Santiago.

Observación final: el excursionista está recorriendo un espacio de Red Natura, el denominado Sistema Fluvial Ulla-Deza. Y eso quiere decir que procede extremar el cuidado en no dejar nada: lo que se lleva de casa vuelve a casa (o al contenedor correspondiente, claro está).