De investigador en la Universidad de Hawái a la cola del paro en Vigo

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

cedida

El oceanógrafo Marcos Vázquez ejemplifica la poca apuesta de España por retener el talento, lo que condena a los científicos a la emigración

20 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A Marcos Vázquez, natural de Vigo y residente en Cangas, siempre le tiró el mar. El mar, la ciencia y viajar. A los ocho años ya tenía muy claro qué quería ser de mayor: oceanógrafo. Y a los 17 logró una beca para estudiar en un centro de la Isla de Vancouver (Canadá). Allí se quedó inicialmente para hacer la carrera en la Simon Fraser University, que intercaló con una estancia de varios meses en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el célebre MIT, antes de regresar a España para proseguir con los estudios de Ciencias del Mar en la Universidad de Cádiz. Luego regresó para hacer el doctorado por la de Vigo con una beca del CSIC en el Instituto de Investigacións Mariñas, que finalizó con un breve contrato posdoctoral. Reunía ya un amplio currículo, aderezado con diez expediciones oceanográficas en buques de investigación, cuando la crisis empezó a cebarse con la ciencia y cerró el grifo a la consolidación de los jóvenes aunque sobradamente preparados investigadores.

Con su currículo y una formación en una especialidad en auge, la absorción del dióxido de carbono por parte del océano en el contexto del cambio climático, no tuvo grandes problemas para abrirse nuevos horizontes. Lo contrató la Universidad de Hawái (EE.?UU.), una de las referencias en el estudio del cambio climático en el mar. Le habían ofrecido continuar, pero al cabo de un año, en abril pasado, regresó a Galicia por motivos personales. Y fue entonces cuando se topó con la cruda realidad: el paro, el desempleo en un país que es incapaz de retener el talento necesario para salir de la crisis de los jóvenes que forma y luego deja marchar.

«Podría haber continuado en Hawái, pero quise volver aún sabiendo lo que podía encontrarme. Pero una cosa es verlo por las noticias y otra muy distinta constatar la realidad en directo: no hay dinero, no destinan recursos necesarios para investigación», afirma Marcos Vázquez, que tuvo que dar clases en un instituto para ganarse la vida ante la falta de salidas profesionales. «Pero fue provisional -admite-, aunque me encanta la docencia, mi vocación es la oceanografía».

Su caso no es único. Más bien al contrario. Es ya la norma entre los jóvenes y preparados investigadores españoles a los que la crisis y la ausencia de una verdadera apuesta por la I+D han condenado a la emigración. «Tengo -resume- muchísimos amigos y compañeros que ya se han tenido que ir porque aquí la situación es desesperante».

A sus 33 años, a Vázquez le quedan ahora tres opciones: reinventarse y buscar otra salida profesional, perseverar en su vocación en territorio nacional o emigrar. Él, pese a todo, apuesta por arriesgarse. «Es cierto -asegura- que aquí la situación es crítica, pero voy a hacer todo lo posible por quedarme, porque España ha invertido mucho dinero en mi formación y quiero que este dinero revierta aquí». Su fuerte es la físico-química marina, un área en expansión, si la crisis lo permite. Si no, tendrá las puertas abiertas en el extranjero.

«Tengo muchos compañeros que se fueron porque aquí la situación es desesperante»