John B. Gurdon: «Entré en la Universidad de Oxford por la puerta de atrás»
SOCIEDAD
La primera vez que oí hablar de los experimentos sobre el trasplante de núcleos en ranas de John Gurdon fue en mi primer año de carrera de Biología. En aquel momento sus experimentos me parecían ciencia ficción. El caso es que todavía hoy me parecen ciencia ficción. Leer sus artículos es como leer un libro de Julio Verne. Antes de empezar la entrevista, así se lo dije. Él se sintió halagado y me dio las gracias.
Poco hace presagiar que al embriólogo que demostró por primera vez la reversibilidades de las células le hayan dado el Nobel de Medicina. Amable y educado, y con un asombroso parecido a uno de los apuestos guerreros de ?El señor de los anillos?, Gurdon me recibe en un pequeño y modesto despacho. Me sorprendió enormemente la humildad del habitáculo, conectado al laboratorio, lo que denota su gran interés por seguir, a sus 79 años, al pie del cañón.
-Antes de nada, enhorabuena por este fantástico premio.
-Muchas gracias. Me siento increíblemente agraciado.
-¿Puedo llamarle John?
-Sí, claro.
-El martes estuve en Londres con Tim Hunt, Premio Nobel de Medicina en el 2001 por su descubrimiento de las ciclinas. Me contó que esta es la tercera vez que alguien dedicado a la Biología del desarrollo recibe el Premio Nobel. Esto indica que es muy difícil hacer grandes avances en este campo, debido a las controversias éticas que genera. Se ha generado una mala reputación y esto ha llevado a que la gente inteligente no se haya metido a fondo en el mismo. Sin embargo, usted es un líder que se ha visto atraído por esta área. Es la excepción a la regla. Tim Hunt me ha pedido que le pregunte: ¿cómo es que usted se ha sentido atraído por este campo?
-Buena pregunta. Cuando tenía 6 años, mi madre y mi tía solían coger mariposas en el campo. Yo me sentí muy atraído por ello, y me convertí en un aficionado coleccionista de mariposas y de otros insectos. Cuando empecé la escuela, no me enseñaban nada de ciencia pero, mi familia, y en particular mi madre, vio que yo estaba realmente muy interesado en la ciencia y que no lo estaba en el estudio de lenguas como el griego o el latín. Solía leer libros sobre insectos, solo por mi curiosidad. En la escuela solía recoger orugas hasta ver como se convertían en pupas, para escaparme del horror de las clases, porque no tenía otra cosa más estúpida que hacer. Cuando terminé el colegio, mis padres se las arreglaron para que pudiera recibir una educación más privada y pudiera dedicarme más a la ciencia. Fueron dos años de educación privada, extremadamente cara. No sé cómo mis padres pudieron hacer esto por mí. El caso es que mis padres me dijeron: tienes dos años para estudiar en esta escuela privada y, si pasas los exámenes preliminares podrías estudiar una carrera científica en la universidad.
-Y lo consiguió.
-Sobreviví a aquello y luego pude acceder a clases de Zoología en Oxford. Lo curioso es que esto ocurrió porque mi madre conocía a uno de los profesores de Zoología en Oxford. Así que se puede decir que entré en la universidad por la puerta de atrás, tras una entrevista personal, y no de la forma oficial.
-Pero hizo Zoología.
-En la universidad sobreviví al curso de Zoología, que era extremadamente poco interesante, ya que malgastábamos tres días a la semana aprendiendo nombres de huesos de dinosaurios. Todo descriptivo y nada analítico. Después tuve la enorme suerte de caer en manos de un director de tesis que trabajaba en embriología. Él fue el que me puso a trabajar en el trasplante de núcleos.
-En aquel momento se creía que no era posible que células ya diferenciadas pudieran ser reprogramadas. ¿Qué fue lo que le hizo a usted cuestionar aquella ortodoxia?
-Antes que yo hubo dos científicos, llamados King y Briggs, que estudiaron el trasplante de núcleos de células en diferentes estadíos en la conversión de un huevo de rana (pipiens, que es una rana americana) en renacuajos. Lo que hacían era coger el núcleo de células en diferentes estadíos del desarrollo embrionario de la rana americana y lo transferían a un huevo no diferenciado después de quitarle el núcleo. Estos científicos vieron que era posible conseguir que los huevos con núcleos trasplantados se convirtieran en ranas adultas. Sin embargo, solo lo consiguieron cuando lo que trasplantaban eran núcleos procedentes de células en los estadíos embrionarios prematuros. Cuando extraían el núcleo de células ya diferenciadas y lo trasplantaban no se desarrollaban nuevos individuos.
-¿Y usted que hizo?
-En aquel momento, el objetivo de nuestras investigaciones era averiguar si todas las células de un organismo tenía el mismo ADN. Y suponíamos que esto se podía averiguar trasplantando núcleos procedentes de células maduras en huevos todavía sin diferenciar. Esta técnica se remontaba a los años de 1880. Así que mi director de tesis me dijo: ¿Por qué no pruebas a hacer lo mismo que King y Briggs, pero con otro tipo de rana? La idea era ver si con la rana Xenopus (una africana) ocurría lo mismo. La sorpresa fue que, a diferencia de lo que vieron King y Briggs, incluso cuando trasplantábamos núcleos procedentes de células ya bastante diferenciadas, los huevos que recibían el nuevo núcleo se desarrollaban de forma normal, hasta dar lugar a ranas Xenopus adultas. El avance técnico que nosotros propusimos trabajando con Xenopus fue muy grande.
-Usted también es conocido por sus trabajos en la clonación de ranas. He leído que, debido a su investigación, el Vaticano se puso en contacto con usted para clonar un papa. ¿Es esto cierto?
-Es completamente falso. Lo escuché antes de otra persona, pero no sé de quien es el rumor. Tengo un amigo en la academia pontificia que me dijo que el papa tiene sus propios consejeros científicos, y yo nunca fui llamado por él.
-¿Cuándo supo por primera vez de los trabajos de Yamanaka, el otro galardonado con el Nobel?
-Supe de él por primera vez en un congreso en Toronto, en una conferencia. Yo soy muy malo para absorber la información instantáneamente, pero me impresionó enormemente lo que contó. No vi en aquel momento las oportunidades potenciales que la técnica de Yamanaka podía abrir en el test de medicamentos, pero este es el primer uso que tendrá. Desde entonces hemos coincidido muchas veces.
-¿Qué puertas abre sus descubrimientos y los de Yamanaka en la medicina regenerativa?
-Sin duda, la aplicación más directa es el test de medicamentos. Podremos hacer crecer células enfermas de, por ejemplo, un paciente con párkinson. Y, después, sobre esas células podremos usar miles de medicamentos distintos y ver cuál funciona para reducir los síntomas de la enfermedad. La otra aplicación es el reemplazamiento de células. Se ha visto en animales que, gracias a la tecnología de Yamanaka, se puede reemplazar células epiteliales del ojo que estaban enfermas por otras nuevas. El efecto es que se recupera la visión. El año que viene se probará esto en humanos. Es una técnica muy barata que tendría beneficios muy importantes para la salud.
-Esta semana, la revista ?Science? comenta, acerca de la situación de la ciencia en España, que la investigación y el desarrollo sufrirá una nueva reducción de la inversión. En cuatro años, la inversión en investigación se ha visto reducida un 40 % desde 2009. Esto está llevando a que muchos científicos, como yo, salgamos de nuestro país. Además, no tenemos un Premio Nobel en Medicina desde Severo Ochoa en 1959. ¿Qué se debe hacer en su opinión?
-En mi país, afortunadamente, no estamos teniendo esas contracciones (John tocaba madera al tiempo que lo decía). Aquí no tenemos ningún problema en que, si los científicos españoles son buenos, vengan aquí y ocupen posiciones destacadas. Somos muy liberales en ese sentido. También será interesante saber si en los próximos años el dominio científico americano se verá superado por el chino.