Una palabra, con sus distintas derivaciones, se repite una y otra vez cuando se habla con Luis Anguita Juega -fiscal delegado de siniestralidad laboral en A Coruña- de su faceta literaria: soñar. No en vano, es junto con lugar un término que se repite en los títulos de sus dos primeras novelas: «Soy un soñador, realista pero soñador. En la vida tenemos que tener ideales. Creo en el esfuerzo, en no rendirse, en levantarse cuando has caído, porque es ahí donde está la libertad, ese sueño que las personas quieren cumplir. Es la dignidad de luchar. Pero también, el amor. Todas mis historias están llenas de amor».
-¿También la tercera?
-Sí, ya está terminada y en abril saldrá. Se titula Donde está tu destino. Sigo disfrutando sobre un sueño. Existe un lugar físico para todas mis novelas, al que le cambio el nombre haciendo un juego con las letras. El mar vuelve a ser un personaje fundamental, es un personaje poderoso, implacable, pero que, al mismo tiempo, sabe escuchar.
-¿Habrá una cuarta?
-Si hace tres años, como periodista, me haces una entrevista y me preguntas si iba a escribir una novela, te hubiera dicho con todo respeto: «No me quiero meter contigo, pero estás mal de la cabeza. Estás loco. ¿Quién te ha dado esta idea?». Lo habría negado contundentemente, pero una vez que he escrito lo disfruto tanto... No soy un escritor profesional al uso. No puedo escribir por encargo, solo lo puedo hacer por sentimientos... Sigo teniendo historias que contar, historias que escribir. Pero siempre que empiezo a escribir no puedo decir que va a ser una novela porque no sé dónde va a terminar.
-Tanto en «Mi lugar mi pequeño sueño» como en «Siempre habrá un lugar para soñar», ¿hay algo de su profesión?
-Mis novelas no son para juristas. Son para personas sencillas, a las que les guste soñar. Pero lo cierto es que hay detalles. El protagonista en la primera es un abogado y en la segunda se relatan unos hechos y esos hechos forman parte de mi profesión, los he novelado y no quiero adelantar nada más... Sí hay cosas de la justicia. Lo cuento como ficción, pero en algún momento de mi vida profesional lo he visto.
-Y qué es más duro, ¿novelarlo o vivirlo?
-Vivirlo. Cuando no encuentras una respuesta jurídica real es lo más duro. La sensación de impotencia cuando tienes a un asesino o a un violador y crees que sabes quién es, pero no tienes la prueba y te desvives por encontrarla... Es una sensación de impotencia terrible. Puedes tener sospechas, indicios, pero si no tienes la prueba... Uno va haciendo callo en su profesión, pero siempre hay asuntos que te llegan al corazón. En la segunda novela, en Siempre habrá un lugar para soñar, hay hechos muy duros, pero necesitaba reflejar esa situación.
-¿Una especie de válvula de escape?
-Es una forma de sacar muchas cosas que tienes que contar y que has callado. Es una válvula de escape y, a veces sin querer, puedes denunciar cosas del sistema judicial o cosas que te han marcado.
-¿Cómo dio el paso a la literatura?
-Nunca pensé que iba a escribir. Tras más de veinte años en la profesión comencé a plantearme que si escribía no iban a ser libros jurídicos. Hace tres años decidí cumplir un sueño. Escribir una historia, una pequeña historia que se quedase en la intimidad personal. Ese pequeño relato que esperaba que no llegase a quince folios se apoderó de mí y se convirtió en una novela de 330 páginas. Cuando la leí me sorprendió porque sentí que me emocionaba, lo que había escrito me llegaba al corazón y decidí enseñárselo a mi familia. Me dijeron que tenía que publicarlo. Me dije: «No. Soy fiscal, esto es una profesión seria». Para mi sorpresa recibí varias ofertas.