Benedicto XVI critica la hipocresía y las divisiones dentro de la Iglesia

María Signo ROMA / CORRESPONSAL

SOCIEDAD

El papa, arropado por los fieles durante los actos de celebración del miércoles de Ceniza en la basílica de San Pedro.
El papa, arropado por los fieles durante los actos de celebración del miércoles de Ceniza en la basílica de San Pedro. VINCENZO PINTO < / span>afp< / span>

Cargó contra las «rivalidades internas» en una amarga y dura homilía

14 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Benedicto XVI pronunció ayer una amarga y dura homilía en la que habló de «la imagen de la Iglesia, que viene a veces desfigurada por las divisiones en el cuerpo eclesiástico». A la unidad le dedicó un largo párrafo en el que detalló que «la dimensión comunitaria es un elemento esencial de la fe y de la vida cristiana», e invitó a «superar las divisiones del cuerpo eclesiástico, el individualismo y la rivalidad», en un mensaje claro a la curia vaticana. Recordó además que «también Jesús denunció en su día la hipocresía y a quien busca el aplauso».

Las colas para entrar ayer en la basílica de San Pedro eran enormes. Miles de personas, muchas de ellas llegadas a Roma en las últimas horas, esperaban bajo un sol casi primaveral para conseguir un sitio en la iglesia y estar cerca de Benedicto XVI en la última celebración de la liturgia de la Ceniza de su pontificado. Los miles de fieles que no pudieron entrar siguieron la ceremonia en las grandes pantallas instaladas en la plaza.

Al final de la misa, los presentes dedicaron un largo y caluroso aplauso a un emocionado Benedicto XVI, que abandonó la basílica en la peana móvil mientras sonreía y bendecía a los fieles que no dejaban de aplaudir y de dedicarle muestras de afecto. Las lágrimas se escapaban de los ojos de algunos de los más cercanos colaboradores y de más de un alto prelado, y hasta hubo quien no pudo contenerse y lanzó un «viva el papa».

Aplausos que Benedicto XVI no buscó pero que ayer, tras haber anunciado su retiro, fueron protagonistas en sus dos apariciones públicas. Por la mañana, en un Aula Pablo VI rebosante de fieles fue ovacionado tanto a su llegada como tras el tradicional discurso de la audiencia. Apareció sonriente y tranquilo a pesar del pequeño retraso y empezó explicando los motivos de su difícil decisión, que aseguró haber tomado «en plena libertad y por el bien de la Iglesia» tras «haber rezado mucho». El papa añadió que es consciente «de la importancia del hecho», pero también de que no es capaz de llevar a cabo el ministerio petrino «con la fuerza física y el espíritu que ello requiere». Quiso dar las gracias también a los fieles porque dijo haber sentido «casi físicamente en estos días nada fáciles el amor que me traéis», y les exhortó a continuar «rezando por el papa y por la Iglesia».

Después de esto pasó a su magisterio, que ayer trató de la infidelidad matrimonial, el aborto, la eutanasia y la investigación sobre embriones.

Por su parte, el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, trasladó a Benedicto XVI en su discurso de despedida la «tristeza de la Iglesia» por su renuncia al Pontificado, una decisión, dijo, que demuestra «su pureza de corazón. No seríamos sinceros, santidad, si no le dijéramos que hay un velo de tristeza en nuestros corazones», le dijo con visible emoción.