Se salen de la órbita, pero el eje del planeta moda está en Arteixo. La ropa infantil forma parte de la esencia de Inditex desde su fundación y hoy se vende en 1.600 tiendas. Un equipo de diseño cuenta a Extra Voz las claves de su acierto
05 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.A Inditex se la suele definir con palabras que evocan la esencia del espíritu infantil: ciencia ficción, sueño, imaginación y futuro, como si los seres humanos que la forman hubieran abandonado este mundo para vivir en otro de fantasía. Por eso se los ubica en otra dimensión, en una galaxia o planeta al que es difícil aproximarse. Es cierto que se salen de la órbita, pero lo hacen desde Arteixo, pegados a una realidad que todos los gallegos compartimos y que conocemos de primera mano. La mayoría sabe de esa tienda inicial en Juan Flórez en la que los entonces niños nos vestíamos con petos rojos que nos acercaban al protagonista de E. T., que en aquel momento era lo más parecido a la modernidad. Una forma única de abrirnos al mundo y a deseos inalcanzables. Ese recuerdo forma parte de una generación que, como Jaime, hoy diseñador del grupo, ha crecido palpando cómo ha evolucionado la moda en Galicia y desde Galicia. Él pertenece al equipo que hoy diseña para los niños en Zara Kids, porque los más pequeños han estado presentes en la empresa desde su fundación.
A ellos iban dirigidas también las prendas cuando se estableció esa primera tienda en 1975 y hoy continúa siendo parte importantísima del negocio: su facturación ronda los 2.000 millones en ese target, cuando las ventas de Zara en el 2012 fueron algo más de 10.500 millones de euros sobre el total de 15.946 de Inditex. Solo en la central de Arteixo trabajan para Zara Kids en distintos departamentos alrededor de 350 personas para llegar a las 1.600 tiendas que ofrecen colección de niño en 86 países.
Unas cifras que son acúmulo del trabajo y de la creatividad de gente que, como Jaime, Mabel o Bárbara, responsable de uno de los departamentos de diseño de Zara Kids, forman parte de las casi 4.000 personas que hoy trabajan en el polígono de Sabón. Y que, traducidos al código Inditex, vienen a ser mil equipos de cuatro personas. «Trabajamos así -explica Susana-: pegados unos a otros y con una comunicación estrecha. Estamos al día de todo lo que está sucediendo en las tiendas y todos los días vemos el ránking de ventas, es como las audiencias».
Siempre en tensión
Esa tensión constante entre quien crea y quien compra es la clave de la filosofía Inditex que con precisión orteguiana se ha fijado el horizonte de lo ilimitado. Todo encaja como en el Tetris, gracias a una normalidad en las formas que se ha conservado desde el germen de la empresa. «Todo se habla, se expone, se escucha, se interpreta para mejorar», dice Bárbara, quien haciendo gala de ese modus operandi invita a sus compañeros a sentarse alrededor de una mesa para contar a La Voz cómo es el día a día de su trabajo.
Ellos están inmersos ya en el invierno próximo, en un bucle que los llevará a hacer y deshacer en función de múltiples intereses. «Tenemos que tener en cuenta muchos factores -señala Mabel, una de las diseñadoras-, no solo las edades de los niños a los que nos dirigimos, sino también qué nos demandan más, la seguridad de las prendas, lo último que se lleva». «Somos hiperexigentes, y más con la seguridad cuando se trata de los niños: una tachuela, una aguja... todo está muy controlado y cumple con creces la legislación del país más estricto», interviene Jaime, que lleva 18 años en la empresa. La moda infantil en Inditex está presente en Zara, pero también en Massimo Dutti (además de puntualmente en Zara Home), de ahí que la competitividad también entre ellos los haga estar en permanente alerta: «Digamos que miramos lo que hacemos unos y otros [risas] para no pisarnos. Si duplicas las ideas también divides, pero si ellos venden algo muy bien, ya estamos ahí nosotros para reaccionar», bromea Jaime.
La inspiración se busca en cualquier lugar y en cualquier momento, incluso cuando se está de descanso. «Es un no parar, de repente estás el fin de semana y ves un plumífero con algún detalle que te gusta y ya lo apuntas -señala Bárbara-, sin embargo nunca sabes qué acabará triunfando. No hay una regla. A veces colocas en tienda una prenda que se la rifan y cuando la vuelves a reponer no funciona».
No obstante, no toda la ropa que se vende muy bien necesariamente se repite en los expositores, en un control adictivo de quienes manejan los hilos de la compra. «A veces es provocado -dice Jaime-. Hay que generar hambre en el cliente, si un estampado marca mucho le damos corta vida, en una espiral que lleva a que la persona compre esa prenda y luego desee hacerse con otra».
En ese nivel de inquietud por acertar con la venta es importante recibir la máxima información posible, desde compradores a encargadas de tiendas, a creativos y por supuesto a los niños, expertos en manejarse en las exigencias. «Todas las experiencias valen y se ponen en valor -señala Mabel, que tiene dos hijas y está embarazada-. Por mucho que a mí me gusten más los tonos pastel, los niños tiran por ese fucsia horroroso o el azulón más llamativo, y hay que considerarlo. Mis hijas ahora están en el mundo princesas, tienen 2 y 4 años, y solo piden vestidos. Esa realidad que todos vivimos también se materializa en nuestra producción».
Dos camiones a la semana
A las tiendas de todo el mundo llegan dos camiones a la semana con ropa nueva destinada a un público que, según expone este equipo, cada día le pide más a la empresa, no solo en precio, que también, sino en calidad y en diseño. Y es que la misma fortaleza que tiene Inditex es su pesadilla cuando los clientes se multiplican y se diversifican en gustos, a pesar de que la globalización haya igualado las tendencias.
«En Japón y Francia, por ejemplo, son especialmente exigentes con el acabado de las prendas y los detalles, pero no vemos una diferenciación significativa en el modo de comprar para los niños. Lo que a la gente le gusta de Zara es la sorpresa, y encontrar tendencias como en adultos. No somos la típica marca de niños donde cada temporada la madre sabe lo que se va a encontrar», comenta Bárbara.
La igualación, asentida por todos, entre madres e hijas, unas porque quieren vestir más juveniles y otras porque quieren mimetizarse como chicas, es tenida muy en cuenta a la hora de diseñar. Hoy tachuelas, flecos y volantes hacen ambigua una moda que trasvasa categorías. «Arriesgamos porque nos lo pide nuestro cliente. Cuando llegué aquí -delata con acento porteño Bárbara- los niños vestían de una manera antigua. Hoy apenas nadie quiere las bermudas con leotardos para ellos en invierno». Con el sentido común que da la maternidad, tanto Bárbara como Mabel y Jaime ven en sus hijos un modelo que seguir también a la hora de plantear su trabajo: «Hace poco le llevé una prenda a mi hijo a probar a casa. Cuando se la puse, me dijo: ?Mamá, pica?, y todo se fue al traste».
La luz que atraviesa el gran pasillo central de la división en la que se instala este departamento impide, no obstante, ver el fondo. En esa atmósfera inabarcable que se respira nada más cruzar la puerta de Inditex y que desdobla la realidad en un cercalejos hipnótico. Es Sabón y es Shanghái y Londres y Kuwait... Pero sobre todo es Mabel, Jaime y Susana, personas que ponen su talento a dar la vuelta al mundo sin desprender los pies de la tierra que pisan: «¡Es el aire de Arteixo, que nos hace así!», se despiden entre risas. Su reto inmediato es volver a superarse.