
Centenares de jóvenes y de romeros disfrutaron de una celebración dual
02 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Atrás quedaron aquellos años en los que los jóvenes campaban a sus anchas entre los romeros bañándolos en vino y convirtiendo la romería de San Fins, en Cabana, en poco menos que una batalla.
Ayer -como es habitual desde que hace un decenio una empresa de seguridad sentó las bases de cómo se celebra hoy en día- la fiesta transcurrió sin incidencias, pero manteniendo viva una dualidad separada solo por unos metros y una maltrecha cinta colocada por Protección Civil. A un lado, fieles a San Fins asistiendo a las misas o paseando y conversando bajo los bidueiros que rodean la ermita. Al otro, devotos de la juerga armados con botellas de vino y toda clase de armas acuáticas para participar en una batalla cuya intensidad aumentaba a medida que la mojadura -como la procesión-, iba más por dentro que por fuera.
«Eu non sei como nin cando empezou isto, só sei que é divertido», explicaba una joven de 17 años mientras regresaba de una incursión en la fuente milagreira donde los romeros mojaban sus pañuelos y donde ella acababa de completar el llenado de su botella -«o viño vai caro»- para reincorporarse a las hostilidades.
Entre ambos, muchos curiosos seguían la fiesta como si de un partido de tenis se tratase, alternando la mirada entre el palco tomado por una decena de curas y el recinto donde las ropas de los jóvenes -más escasas a medida que pasaba el tiempo- y ellos mismos se iban tiñendo de un color violeta uniforme.
La música de la procesión y del himno a San Fins superaron el bullicio de los seguidores del vino, y la escenificación del Berro Seco y la quema del Santo da Pólvora lograron una breve comunión entre todos, pero los jóvenes no tardaron en alzar la voz entonando «eu traio unha borracheira». Aunque la fiesta volvió a concluir en tablas: Con estos últimos marchando hacia la playa y los romeros disfrutando de una tarde de música.