
Las autoridades de Liberia sellaron una casa con dos personas dentro, que murieron pidiendo ayuda y comida
13 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.El miedo al ébola transformó a Bellajah, en Liberia, en un pueblo fantasma, donde esporádicamente se escuchaban los gemidos de Fatu Sherrif, una niña de 12 años que permaneció encerrada en su casa «ocho días sin comida ni agua», junto al cadáver de su madre, antes de morir ella también este lunes. La fiebre hemorrágica destruyó a su familia, según contó Momoh Wile, jefe de la localidad, situada a unos 150 kilómetros al noreste de Monrovia, cerca de la frontera con Sierra Leona.
Según este septuagenario con barba y pelo blancos, al que AFP entrevistó en Bellajah el domingo, la niña vivía sin problemas particulares con su padre, de 51 años, su madre, de 43 años, y su hermano mayor, de 15 años. El 20 de julio, al detectarse el virus en la familia, cundió el pánico en el pueblo de 500 habitantes. Estos se distanciaron de los Sherrif y pusieron al tanto de lo que ocurría a las autoridades.
Como estas tardaron en venir, los habitantes del pueblo protestaron levantando barricadas en la carretera que lleva a Sierra Leona. Cuando llegó el equipo sanitario, el padre ya había muerto cinco días antes, y la madre y la hija estaban enfermas. Solo el examen que se hizo al hijo para saber si tenía ébola dio negativo.
Los sanitarios recuperaron y enterraron el cuerpo del padre y «nos pidieron que no nos acercásemos a la mujer ni a su hija», explicó Momoh Wile. «Clausuraron las puertas y ventanas de la casa con la mujer y su hija adentro», agregó.
Ambas «lloraban día y noche, sin parar, y suplicaban a la población que les trajera comida, pero todo el mundo tenía miedo» de acercarse a la casa.
La madre murió el 3 de agosto y la hija quedó encerrada con su cadáver. «El 10 de agosto vinieron» los agentes sanitarios a llevarse el cuerpo y enterrarlo, prosiguió Momoh Wile, rompiendo a llorar. «Solo quedó la niña que se pasaba el día llorando», se lamentaba. Las poblaciones de las aldeas circundantes rechazaron a los habitantes de Ballajah que huyeron, que «se fueron al bosque» y ahí se mantienen dejando atrás toda su vida.