¿Qué hay en un cigarro electrónico?

Alfonso Andrade Lago
alfonso andrade REDACCCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Los neumólogos alertan sobre una decena de sustancias nocivas, lejos de las 4.500 del tabaco, y los vapeadores discrepan y niegan cualquier toxicidad

14 sep 2014 . Actualizado a las 12:56 h.

Es solo otra moda pasajera, vaticinaron los agoreros cuando los chinos lanzaron en el 2003 su patente del cigarrillo electrónico. Craso error: en España, el sector facturó 18 millones de euros en el 2012, 24,6 millones en el 2013 y confía en llegar a 60 millones en el 2016. No hay duda de que el e-Cig es un boom de crecimiento exponencial, pero ¿saben los usuarios qué están consumiendo y si es saludable hacerlo?

Los neumólogos alertan sobre la presencia de una decena de sustancias tóxicas -algunas, carcinógenas- en el líquido y el vapor del cigarrillo electrónico, y reclaman estudios serios para completar sus conclusiones. Admiten que el riesgo está lejos del del tabaco convencional, con sus 4.500 sustancias peligrosas, pero insisten en que no es inocuo. Los vapeadores, agrupados en la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico (ANCE), niegan esa toxicidad y esgrimen estudios internacionales que los neumólogos consideran exiguos o deficientes.

El líquido del e-Cig contiene básicamente propilenglicol, glicerina vegetal, agua destilada y esencias y saborizantes. Muchos incluyen también nicotina, cuya proporción oscila entre 0 y 36 miligramos por mililitro.

El neumólogo Carlos Jiménez Ruiz es director de Investigación en Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) y responsable de la declaración oficial sobre el cigarro electrónico que acaba de publicar esta entidad. «La glicerina del líquido se calienta en contacto con el atomizador y emite sustancias que, inhaladas, son nocivas para el organismo -explica-. Por ejemplo, el propilenglicol puede causar irritación de ojos, garganta y vías aéreas, así como asma en niños».

En el vapor del e-Cig aparecen metales, «como el níquel, que se ha hallado en mayor concentración que en el tabaco», añade Jiménez Ruiz. Esto se debe, prosigue, «a que los atomizadores incorporan a veces esos materiales, y, al calentarse, las partículas pasan al vapor». No obstante, concede que «la calidad en la fabricación de los dispositivos ha mejorado mucho desde el 2010», y aboga por que el cigarrillo electrónico sea regulado como medicamento cuando logre acreditar su eficacia para dejar de fumar. «Eso obligaría a los fabricantes a someterse a las exigentes pruebas de cualquier otro fármaco, pero no se hace así», lamenta.

El neumólogo insiste en las sustancias «carcinógenas» del vapor que, «a la larga, pueden producir tumores, sobre todo de pulmón». El problema es que, «como ya sucedió con el tabaco, no lo veremos hasta dentro de 30 o 40 años». Y concluye: «Es evidente que el cigarrillo electrónico es muchísimo menos tóxico que el tabaco, que tiene 4.500 sustancias nocivas, pero eso no significa que sea inocuo, y créame si le digo que no hay ni un solo estudio científico de peso que acredite la seguridad de su uso».

Carlos Rábade, neumólogo del CHUS, precisa que en el e-Cig se observan «sustancias tóxicas idénticas a las del tabaco», y que la glicerina del dispositivo parece estar detrás «de dos casos de neumonía lipoidea en España, uno de ellos en A Coruña. Por eso advierte de que «no ha demostrado ser un método seguro. Incluye sustancias cancerígenas, y por tanto, como el tabaco, su inhalación es nociva». Rábade sostiene que la gente «tiene derecho a saber lo que consume» y que, además, existe un riesgo potencial «para el fumador pasivo».