Abandone aquí a su bebé, y no en un contenedor de basura

Francisco Balado Fontenla
F. Balado LA VOZ

SOCIEDAD

@ibrahim_refik

Algunos países centroeuropeos cuentan con un sistema que garantiza la salud del recién nacido y el anonimato de los padres que se deshacen de su hijo 

18 jul 2015 . Actualizado a las 00:38 h.

Los conventos de clausura se comunican con el exterior mediante un torno. A través de esta trampilla venden los excelentes postres que cocinan en sus hornos, y través de ella aceptan limosnas, huevos (especialmente celebrados por las Hermanas Clarisas) y otros productos llegados de fuera.

Desde la Edad Media se tiene constancia de la existencia en algunos conventos de otro tipo de tornos a través de los cuales no circulaban ni ropas, ni alimentos, ni magdalenas; sino recién nacidos. Normalmente en una zona más escondida que el torno principal, para que las madres que decidían desprenderse de sus hijos lo hiciesen con la mayor discreción posible. Bastaba esperar a que cayera la noche para acercarse hasta el convento, depositar al bebé en el interior, rezar una breve oración por el bien de la criatura y escaparse del lugar sin ser vista. Algunas veces, las menos, habiendo dejado antes una pequeña limosna -hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los abandonos se producían por motivos económicos-. Estos huérfanos recibirían el apellido Expósito (hijo de la piedra).

Algunos tornos de acogida todavía siguen incrustados en los muros de estos conventos. Uno de los más populares se encuentra en el 17 de la calle de Les Ramelleres, en pleno Raval barcelonés, donde se ubicaba la Casa de la Misericordia. En otra de las fachadas luce una placa con el lema «Caritat per los pobres de l'hospital de Nostra Senyora dels Ynfants i Orfans. 1785», sobre una pequeña ranura habilitada para aceptar monedas.

El pasado miércoles, Daniel, vecino de la localidad madrileña de Mejorada del Campo, paseaba a su perro cuando se percató de unos llantos procedentes de un contenedor público soterrado. De inmediato alertó a los servicios de emergencia. Allí se plantó una pareja de guardias civiles que saltó a las portadas de los periódicos tras lograr rescatar con vida a un pequeño con tan solo dos semanas de vida que había sido abandonado en medio de basura.

«Me agobié con el pequeño», trató de justificarse al día siguiente la madre de la criatura a los agentes que la detuvieron. ¿Pero qué lleva a una madre a abandonar a su hijo dentro de un contenedor? ¿Porqué no lo entrega a los servicios sociales? ¿Por vergüenza?

Han pasado muchos años desde la Edad Media, pero los motivos económicos siguen siendo los más acusados. Madres sin lazos familiares ni sociales que se ven incapaces de garantizar unas condiciones mínimas de calidad de vida para su hijo, y que se ven arrastradas a cometer este tipo de trágicas acciones. El bebé de Mejorada del Campo estuvo cerca de morir de no ser por el oído y el instinto del vecino que paseaba a su perro y la buena actuación de los agentes.

Los babyklappe

En la ciudad alemana de Hamburgo existen desde el año 2000 unos buzones-incubadoras destinados a recoger neonatos. El anonimato está garantizado. Una cámara fija enfoca solo al interior del habitáculo y manda un aviso a los servicios médicos para que se hagan cargo del crío. Los defensores de este sistema justifican que ya ha salvado varias vidas. Desde ahí se expandió al resto del país. En Austria existen desde hace más de una década los babyklappe (compuerta de bebés) incrustados en las esquinas de los hospitales. Roma, ciudad con pasado imperial fundada por un huérfano, también cuenta con estos buzones para niños.