El presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD) afirma que «el problema es que no se sabe cuándo» sucederá
23 oct 2015 . Actualizado a las 16:47 h.El presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD), José Antonio Aparicio Florido, ha asegurado que «el maremoto de Cádiz- en el que murieron 2.200 personas en noviembre de 1755 entre de Cádiz y Huelva- volverá a ocurrir con toda seguridad, el problema es que no se sabe cuándo».
Aparicio será uno de los ponentes de las Jornadas 'El riesgo de maremotos en la Península Ibérica a la luz de la catástrofe de 1755' que organiza la Universidad de Cádiz los días 29 y 30 de octubre para conmemorar el 260 aniversario de aquel desastre natural.
En ella participarán historiadores, arqueólogos y sismólogos que darán su punto de vista sobre qué riesgo real de tsunami hay en las costas del Golfo de Cádiz y hablar sobre la preparación para evitar víctimas mortales y en la que ya hay más de 200 inscritos.
El responsable del IERD ha manifestado durante la presentación que «todos los riesgos naturales se repiten en el tiempo» porque «obedecen a unas circunstancias que tiene ese terreno y sigue estando ahí». «Por ejemplo, en Lorca ha habido un terremoto, pues con toda seguridad volverá a ocurrir», ha apuntado. En su opinión, un maremoto similar al del terremoto de Lisboa de 1755 podría ocurrir, de una forma más o menos mecánica, cada 500 o 600 años pero «no hay certeza de que no ocurra hoy. No hay ningún científico que pueda decir lo contrario», insiste.
El investigador aconseja a las personas que viven cerca de estas zonas costeras que lo asuman como un «riesgo inherente al lugar en que el viven» y tomen las medidas de precaución necesarias para salvar sus vidas. Para el director general de Investigación de la Universidad de Cádiz, Javier Benavente, sería «muy sencillo mitigar el coste en daños personales». «En el casco antiguo de Cádiz tendríamos que desplazarnos hasta las zonas más altas, como la Alameda, y en la parte nueva sería suficiente con subir a un segundo o tercer piso».
De hecho, en el maremoto de 1755, la ola que llegó a la capital, que en el mar se elevó por encima de los 18 metros, llegó como un rizo de espuma de 5 metros, una altura que se podría solventar con «cierta facilidad».
Según Benavente, si el terremoto se originara, como en el caso del de mediados del XVIII, frente al Cabo de San Vicente, donde existe una falla, la población dispondría de unos 20 minutos para ponerse a salvo. El director de la UCA cree que las edificaciones de la ciudad podrían soportarlo, otra cosa serían las conducciones de agua y electricidad, por ejemplo.
Desgraciadamente el 1 de noviembre de 1755 muchos pensaron que la mejor forma de salvar la vida era huir de la ciudad. Los comerciantes, que vieron desde las torres miradores de sus viviendas cómo se elevaba el mar utilizaron carretas, carromatos y mulos para salir. A otros, con menos fortuna, les sorprendió el oleaje cuando estaban llegando a la siguiente ciudad, que es San Fernando, y ahí fue donde el mar les pasó literalmente por encima y sus cuerpos desaparecieron.
Para el director del IERD «es importante aprender de la historia» de cómo, por ejemplo, la decisión del gobernador de aquella época de cerrar las murallas de la ciudad e impedir la salida logró salvar muchas vidas.