La expedición polar femenina liderada por Chus Lago, pionera en España, pone fin con éxito a su dura ruta por los lagos helados de Suecia y Finlandia
25 feb 2016 . Actualizado a las 04:00 h.La noche cae sobre el territorio gélido de Laponia y el termómetro marca trece grados bajo cero. Pero, en medio del desierto frío por el que Chus Lago, Estela Estévez, Verónica Romero y Silva Rey peregrinan, hay hueco para la belleza. «Se estaba formando una aurora boreal. Acabamos con medio cuerpo fuera de la tienda, gritando como locas e intentando hacer fotos», recuerda emocionada la alpinista Lago.
Ese fue uno de los momentos mágicos que la primera expedición polar femenina española vivió en su aventura en los lagos helados de Laponia, a la que ayer, tras dos semanas y media, ponía punto y final. Hoy emprenden el camino de regreso a Vigo con la sonrisa de quien ha superado un reto que para las tres acompañantes -Estévez fue deportista olímpica y Rey y Romero son atletas aficionadas- de Lago suponía su bautismo polar. Y es que ninguna de ellas había vivido jamás una experiencia de esta índole.
La primera parada de la expedición Compromiso con la tierra fue el lago Inari, en Finlandia. Allí se enfrentaron a la realidad de caminar sobre una kilométrica capa de hielo y «a los ruidos estremecedores que hace la nieve al asentarse». Se esperaban temperaturas de hasta 30 grados bajo cero, pero casi todo su trayecto rondó entre los menos tres y los menos seis con una nieve muy blanda que se convirtió en su peor enemigo. La prueba fehaciente de su denuncia, el cambio climático.
«Yo recordaba un recorrido similar en el que podías avanzar 25 kilómetros al día, y nosotras solo hicimos 10 por etapa». Debido al enorme esfuerzo que requería cada paso sobre la nieve blanda y con sus trineos con provisiones a cuestas, cada media hora se turnaban al frente del grupo en su ruta sobre el hielo y en medio de islas. En medio de la nada.
Lo que iba a ser una travesía de siete días, se prolongó más de la cuenta e impidió que completasen todo el trayecto previsto sobre el lago Torneträst, en Suecia. Fue en esta, su segunda parada, donde las cuatro expedicionarias pasaron los momentos más duros. «Nos cogió una tormenta, el viento soplaba a 10 kilómetros y se puso a 50, y la nieve estaba muy mal. Estábamos en medio de una ventisca, y pensando... puff». Ese fue el momento más espinoso de una expedición en la que convivieron con la tensión constante de «saber que estás caminando sobre el hielo en medio de enormes lagos». Una incertidumbre de la que salieron indemnes todas las expedicionarias.
«Fue sorprendente cómo respondieron, porque la dinámica de la travesía era muy organizada, pero son atletas y sabía que podrían hacerlo. Los primeros días fuimos más lentas, pero luego cada una asumió su rol y era como si llevaran toda la vida», cuenta Lago, que asegura que para todas «ha sido una experiencia súper bonita». Afrontaron estoicamente las noches heladas, la soledad y el agotamiento, recompensados con los amaneceres rojos y con las risas y la alegría que acompañaron sus caminatas. Una experiencia vital enriquecedora y que podría tener un segundo capítulo en Groenlandia.