Gana una beca Fulbright para estudiar cómo morirá el Sol

Raúl Romar García
R. ROMAR REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

GUSTAVO RIVAS

Minia Manteiga utilizará datos de la NASA y del satélite Gaia

12 sep 2016 . Actualizado a las 10:09 h.

Es inevitable. El Sol acabará muriendo para convertirse en una gigante roja en un proceso en el que su atmósfera se expandirá de forma brutal para acabar engullendo los planetas que lo rodean y puede que a los de otros sistemas próximos. Incluso es probable que en este recorrido acabe transformándose en su etapa final en una nebulosa planetaria que cientos de millones de años después se diluirá en el medio interestelar, en el que se irá enfriando lentamente para alzarse como una estrella enana blanca.

Es su destino previsible, un final para el que habrá que esperar al menos 5.000 millones de años, pero sobre el que aún penden varias incógnitas. Conocer con exactitud cómo será este proceso de evolución es el objetivo del proyecto de la astrofísica de la Universidade da Coruña Minia Manteiga, que ha ganado una beca Fulbright para científicos sénior para estudiar en la Johns Hopkins University (Baltimore, Estados Unidos) durante seis meses cómo mueren las estrellas similares a nuestro Sol. Manteiga, que desde el Laboratorio Interdisciplinar de Aplicaciones de Inteligencia Artivicia (LIA2) de la UDC forma parte de la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) para realizar la cartografía más exacta de las estrellas de la Vía Láctea, utilizará los datos aportados por este observatorio espacial, con capacidad para ofrecer la medida más exacta de las distancias entre astros, junto con los ofrecidos por la misión Galex de la NASA, que explora el cielo en la región ultravioleta de la luz.

La combinación de los datos proporcionados por los dos observatorios, algo que no se había planteado hasta el momento, es lo que permitirá responder a dos de las grandes cuestiones que se plantean los investigadores: conocer cuánto tiempo tardan en enfriarse las estrellas para dejar de brillar definitivamente y averiguar cuánta materia procesada en el interior de una estrella es arrojada al medio interestelar. La respuesta a la primera interrogante ofrece la posibilidad de medir con la mayor precisión posible la edad de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que ahora se estima en 13.000 millones de años. En el segundo caso se abrirá la puerta para entender mejor cómo son las nuevas estrellas que se están formando en los brazos espirales de la Vía Láctea. 

La edad de la Vía Láctea

«Si sabes el ritmo al que se enfría una estrella puedes volver atrás en el tiempo», explica Minia Manteiga, que trabajará durante seis meses en el grupo de Luciana Bianchi, una de las mayores expertas mundiales en el tema propuesto y promotora de la misión Galex de la NASA. «Es un proyecto muy bonito y que ofrece grandes posibilidades», destaca la astrofísica gallega.

El equipo examinará estrellas con masas entre 0,8 veces la del Sol y ocho veces más masivas, que no llegan a explotar como supernovas. Para ello trabajarán con estrellas dobles o binarias, un tipo de sistemas donde una de ellas será la enana blanca caliente, que sería la observada por Galex, ya que al ser extremadamente calientes emiten sobre todo luz ultravioleta, y la otra, que emite luz visible, será analizada por Gaia. «Nuestro Sol -precisa Minia Manteiga- es una excepción, porque entre el 70 % y el 80 % de las estrellas son binarias».