Galicia asume el desafío de liderar la inteligencia artificial en España

maría meizoso / j. v. l. REDACCIÓN / LA VOZ

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La Amtega, empresas y expertos creen que la clave está en la regulación

11 nov 2023 . Actualizado a las 12:00 h.

Carlos Alberto Saiz, responsable de gobierno, riesgo y cumplimiento de Ecix Group, una empresa madrileña especializada en compatibilizar los desarrollos tecnológicos con las regulaciones, tiene claro que «Galicia va a ser el epicentro de la inteligencia artificial (IA) en España, sin lugar a dudas». El trabajo hecho durante años, el compromiso unitario de las tres universidades, ser la sede de la Aesia (Agencia Estatal de Supervisión de la Inteligencia Artificial), las más de 3.000 empresas vinculadas al sector y los 23.000 puestos de trabajo que generan o una regulación propia y pionera son algunos de los argumentos que lo justifican. Pero esos ingredientes también implican una responsabilidad excepcional para «sacar partido de todas las ventajas mientras garantizamos los derechos y minimizamos los riesgos», tal como asume el director de la Axencia para a Modernización Tecnolóxica de Galicia (Amtega), Julián Cerviño.

Sobre estas realidades, las amenazas, los restos y las opciones de futuro, debatieron ambos ayer en la redacción central de La Voz de Galicia con la catedrática de Derecho Administrativo de la Universidad de Vigo Patricia Valcárcel y la directora de tecnologías de la información de Hijos de Rivera, Macame Dopazo.

Valcárcel puso el acento en lo implicado que está el sistema universitario gallego para que «los profesionales puedan formarse aquí y quedarse», pero advirtió del gran número de desafíos que hay por delante. Solo en el campo jurídico, su especialidad, entiende que «hay que garantizar un mecanismo con algoritmos no sesgados» y citó el caso de un proceso de selección de Amazon que automáticamente descartaba los currículos de mujeres. También incidió en todo lo que hay que avanzar en transparencia para explicar bien unos mecanismos que muchas veces no están al alcance siquiera de los especialistas o como la IA generativa supone «muchísimos problemas de derechos de autor» y la necesidad de diferenciar lo real de lo virtual.

Dopazo, desde el punto de vista empresarial, entiende que la IA a medio o incluso corto plazo «solo puede tener beneficios de productividad y eficiencia», pero también advierte de que «no va a existir una IA eficiente si una empresa no tiene datos». De ahí que, en su caso, esperen rentabilizar ahora el trabajo hecho durante años. Para ello, cree que la clave está «en la confianza», en que las empresas estén preparadas para confiar en los resultados y tomar decisiones en base a ellos.

A todos estos retos, Cerviño suma uno nuevo específico para las comunidades que tienen una lengua propia y «que la IA se puede llevar por delante». Y no habla solo del gallego, sino incluso del castellano, porque el 90 % del texto que utilizan los sistemas de IA está en inglés y otro 7 % es lenguaje de programación, ni siquiera un idioma convencional.

En lo que más insistieron los cuatro expertos es en la necesidad de una regulación «porque la IA tiene que tener una base ética, no puede perder de vista la existencia de humanidad», tal y como recalcó la profesora Valcárcel. Todos esperan por la regulación europea de cara al próximo año, por la normativa específica de Galicia —pionera en este campo en España— y por la función reguladora de la Aesia. Creen, como dice Cerviño, que «Europa no quiere ser Estados Unidos ni quiere ser China» y de ahí la relevancia de su norma. Unas limitaciones que también implican riesgos, como dice Saiz, que se muestra «crítico con los tsunamis normativos» porque pueden conducir a la «infoxicación», como ocurre con las cookies de las webs o los contratos de privacidad que prácticamente todo el mundo —él, que es abogado, incluido— acepta sin haberlos leído. En cualquier caso, en que estas leyes funcionen está la clave. Prueba de ello es que el Reino Unido, adalid de la desregulación, esté dando marcha atrás porque sus propias empresas le piden atenerse a normas, porque de lo contrario nadie en el exterior va a querer comprar sus productos.

La IA ya se usa para prever ventas, detectar plagas, vigilar la PAC o gestionar los ERTE 

La Inteligencia Artificial, como recuerda el director de la Amtega no es algo nuevo. Hay gente trabajando en eso en las universidades desde hace 30 o 40 años y es una tecnología «bastante madura» por ejemplo en dermatología o el análisis de las imágenes radiológicas. Lo que ocurre es que «ha pasado ya por varios inviernos» en los que el interés por ella decae y puede que ahora esté atravesando «cierta burbuja» en la que se trata como si fuese «la cura del cáncer». Pero, como apunta Carlos Alberto Saiz, hasta hace apenas un año «el general de los mortales sabíamos muy poco sobre ella» y ahora está en boca de todos.

Pese a esa bisoñez, en Galicia ya hay empresas trabajando muy en serio con estas tecnologías para realizar «análisis de seguimiento de la marca», ver «como reaccionan los clientes en las redes sociales» y posiblemente, en un futuro próximo, adecuar la atención que se les da en base a su tono de voz, como explica la responsable tecnológica de Hijos de Rivera, que tiene tres ámbitos de actuación principales. Como fabricante de cerveza consume muchos productos tecnológicos de estas empresas «que ya vienen con algoritmos de IA». Después tiene grandes esperanzas puestas en los sistemas de copilot para la gestión la productividad de los empleados que ya está en marcha en Estados Unidos y pendiente de regular en Europa. Y, por último, aspiran a construir su propia IA en aquellos campos en los que su valor diferencial es muy alto.

La Administración tampoco quiere quedarse al margen de este desarrollo. Según explica Julián Cerviño, ellos tienen una doble responsabilidad que implica impulsarla en el tejido productivo, formar y retener talento y «capacitar a la ciudadanía para que pierda ese miedo». Pero también aplicarla de puertas para dentro «para que el empleado público tenga más tiempo para labores de calidad». Por eso hay algunas cuestiones concretas, que citó ayer en el debate en La Voz, en las que ya se pueden ver estas utilidades. Por ejemplo, en el año 2020, la Consellería de Emprego echó mano de aplicaciones con esta tecnología para tramitar con mayor celeridad el aluvión de expedientes de regulación de empleo que se le vino encima. Y actualmente programas de este tipo sirven para detectar plagas a través de la colaboración ciudadana o de controlar las ayudas de la PAC sin necesidad de visitar los cultivos.