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Francia protege a sus agricultores frente a las quejas de «los neorrurales»

M.C. REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

MARCOS MÍGUEZ

La Asamblea de Francia aprueba una ley que exime de responsabilidad en un conflicto vecinal a quienes tuvieran una actividad agrícola antes de la llegada de nuevos habitantes al pueblo

19 abr 2024 . Actualizado a las 09:46 h.

Antes de la pandemia, ya en el 2019, un gallo, Maurice, se hizo famoso en Francia tras ganar después de una ardua batalla legal su derecho a continuar cantando después de que un vecino denunciara a su dueño por el molesto canto que emitía desde la madrugada hasta la tarde.  Aquella historia dio para mucho en Francia porque abrió el debate sobre la convivencia entre habitantes del campo y de ciudad. Poco después el Parlamento aprobó una norma que protegía el patrimonio sensorial de la campaña, entre el que estaba por supuesto el canto de los gallos

Pero esa protección parece no bastar. Para blindarse frente a un problema creciente debido al éxodo de las ciudades al campo que explotó tras la pandemia y para proteger al potente sector primario francés, la Asamblea Nacional francesa ha decidido introducir una modificación en la propuesta de ley destinada a adaptar el derecho de responsabilidad civil a la problemática actual. En un texto desarrollado por la comisión conjunta encargada de su elaboración y registrado en la Asamblea el mes pasado añade un artículo en el capítulo de disturbios vecinales anormales en donde especifica que no se incurre en responsabilidad cuando la perturbación anormal de la convivencia provenga de actividades agrícolas existentes con anterioridad a la compra o alquiler de vivienda. La propuesta fue aprobada tanto por la coalición presidencial, como por el Partido Socialista, los Republicanos y la Agrupación Nacional. No obtuvo en cambio el favor de Francia Insumisa y Europa Ecología-Los Verdes. Pero salió adelante igual. De ahí que, en caso de conflicto, cualquiera que se instale a vivir al lado de un gallinero o de una granja que ya estaba en el momento del traslado no tendrá nada qué decir. Por mucho que los gallos canten o huela a purín.

El problema es que este tipo de conflictos  no ocurren solo en Francia, donde muchos habitantes de las ciudades que se han trasladado a vivir al rural o han puesto negocios en áreas donde priman las actividades agrícolas, protestan o denuncian porque esas actividades empañan la tranquilidad que buscaban los neorrurales que van a vivir al campo. Tampoco España o Galicia es ajena al problema. No hay que olvidar, por ejemplo, la noticia que se hizo viral en Internet en el 2019 de que un juez había ordenado clausurar un gallinero en Cangas de Onís porque molestaba a los clientes de un hotel rural. O el caso de un matrimonio de Arteixo que el año pasado contó en La Voz que recibía mensajes anónimos y gritos que les recriminaban el sonido de sus aves o el caso de algunos vecinos de Pontevedra que hace unos años contaban como algunos vecinos protestaban por el olor del purín