Alega que escapó y que responsabilizó a su hermano porque temió por su carrera y su familia Se enfrenta a una condena de hasta ocho años de cárcel por homicidio y omisión de socorro
04 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Sereno y con la lección bien aprendida, el bailaor Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, declaró ayer en la primera sesión del juicio por el presunto homicidio de un peatón, a quien atropelló en un paso de cebra cuando conducía un coche sin seguro ni carné y a quien abandonó agonizante tras el accidente en septiembre del 2003 en Sevilla. «No sé si soy culpable o inocente, lo único que quería era huir del lugar», dijo Farruquito ante la juez. El artista se enfrenta a una pena de entre tres y ocho años de cárcel y a una indemnización para la viuda y los padres del fallecido que oscila entre los 115.855 euros que pide la Fiscalía y el millón de euros de la acusación particular. Junto a Farruquito declararon otros cinco acusados: su compadre Jorge Rubio, que le acompañaba en el coche, su tío Antonio Fernández, el empresario Oscar Benavente y los ex policías Bernardino Rodríguez y José Miguel Álvarez, acusados de encubrir el delito. La defensa pidió sin éxito la suspensión del juicio tras la inclusión de nuevas pruebas de la acusación: un informe psicológico sobre el daño que sufren los familiares del fallecido, y que podría elevar la indemnización, y las escuchas telefónicas a los ex policías, investigados por otro asunto, y que confirmaron las sospechas sobre la implicación de Farruquito en el atropello. Miedo Durante poco más de una hora, el bailaor dio su versión del accidente y aseguró que fue suya la idea de responsabilizar a su hermano menor: «Tenía miedo», dijo, a lo que podía pasarle a su familia y a su carrera profesional si iba a la cárcel, algo que no le sucedería a su hermano, menor de edad. Farruquito narró que, al salir de un semáforo en rojo, «en primera o en segunda», adelantó a los otros turismos que le precedían, «invadiendo seguramente el carril contrario, por la izquierda». No vio el paso de cebra «porque estaba mal iluminado», y no pudo esquivar al fallecido pese a que dio «un volantazo». Desde ahí, su relato se tornó confuso: dijo que paró el coche y miró hacia atrás, y que vio a gente llamando por teléfono y levantando las manos «como amenazando». «También me pareció que alguien se levantaba, aunque seguramente fue mi imaginación», concluyó.