La cuarta temporada de la serie concluye hoy con un capítulo alargado en el que los guionistas anuncian más emociones aún que las vividas hasta ahora
15 jun 2014 . Actualizado a las 22:52 h.No hay tregua, no hay piedad. El sobresalto es continuo, la sangre fluye a la par que la intriga y la traición y la sorpresa se esconde a la vuelta del fotograma más inocente. Si los fieles de Juego de Tronos ya han aprendido desde la primera temporada a no encariñarse con ninguno de los protagonistas, porque ni los más carismáticos ni los más odiados se han librado de los maquiavélicos designios del creador de la obra, el escritor George R. Martín, ni de los más retorcidos aún guionistas de la serie, la cuarta entrega ha supuesto una nueva vuelta de tuerca, un nuevo reto a lo inesperado. La que, probablemente, se ha convertido en la temporada más espectacular de todas las que se han estrenado llega hoy a su fin en Estados Unidos -mañana lo hará en España en Canal +- con un final que promete ser el más emocionante, brutal y desconcertante de todo lo que se ha visto hasta la fecha. Y no será nada fácil superar el impacto causado por la boda roja que se vivió en el noveno capítulo de la última temporada, que ya forma parte de la historia de la televisión.
A diferencia de lo ocurrido en las anteriores entregas, la gran traca no se ha reservado para el penúltimo capítulo, que servía a modo de transición para preparar las tramas de la nueva temporada. No, el episodio que se pudo ver la semana pasada, que por primera vez estuvo dedicado por entero a una única trama, no estuvo falto de emoción, con la espectacular defensa de El Muro por parte de la Guardia de la Noche ante más de cien mil salvajes, ni con la muerte de Ygritte, el amor imposible de Jon Nieve, pero no era lo esperado. La sorpresa llega hoy en un capítulo que, también por primera vez, tendrá más duración de lo habitual. Serán 66 minutos de emoción. «Es el mejor final que hemos hecho de Juego de Tronos, sin duda alguna», según avanzaron los guionistas de la producción de HBO, David Veriaf y Don Weiss.
¿Quién morirá?
¿Quién morirá? La pregunta, en realidad, ya no será quién, que también, sino cómo. Esta cuarta entrega tuvo ya momentos culminantes desde el principio, como el envenenamiento del sádico rey Joffrey en el capítulo segundo; el sangriento combate, con un inesperado y brutal desenlace, entre La Montaña y Oberyn Martell, o el empujón hacia el abismo de Meñique a la desequilibrada Lisa Tully. La muerte espera a Tyrion Lannister, probablemente el personaje más rico en matices, ingenio y profundidad de toda la saga, después de que Oberyn, su defensor, cayese en combate. Pero sería demasiado obvio un fallecimiento anunciado para unos guionistas acostumbrados a continuos requiebros. Tyrion puede que se salve, o no, pero muchos fans ansían venganza. Los Star han sido hasta ahora los grandes damnificados, mientras que los Lannister, ricos, intrigantes y poderosos, se han mantenido en el poder. ¿Les habrá llegado su hora? Muy probablemente, sin embargo, nada será como se lo imaginen los espectadores.
Pero quedan aún más enigmas por resolver. ¿Qué pasará con Jon Nieve, que se ha adentrado en solitario en territorio salvaje a la captura de Mance? Bran Stark, ausente en los últimos episodios, también descubrirá su destino, mientras Daenerys, la madre de los dragones, aún no se ha repuesto de la traición de Jorah. Y quedan, todavía, muchas más tramas abiertas, muchas historias que darán paso a la quinta temporada de la serie. Existe, sin embargo, un pequeño inconveniente: habrá que esperar hasta la próxima primavera.