El equilibrio y el talento

josé m. fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

MIGUEL RIOPA | AFP

Centrocampista ofensivo en sus inicios, se ha asentado como un «cinco» clásico

21 nov 2015 . Actualizado a las 18:58 h.

No era fácil atisbar en su pasado el jugador que es hoy. Un zurdo con clase y llegada transformado en su madurez en el eje de su equipo, en el depositario del equilibrio del Deportivo. A Pedro Mosquera (A Coruña, 21-IV-1988) le ha llevado mucho tiempo encontrar un lugar sobre el césped, pero, ahora que parece haberlo logrado, lo exprime como si llevara en él toda la vida. Once partidos en el eje del Deportivo, en una parcela alejada de sus primeros pasos como futbolista, pero en la que se mueve con tanta naturalidad que parece diseñada para él mismo.

Mosquera ha alcanzado los 27 años en plena madurez como futbolista, después de formarse en la cantera del Real Madrid, de asumir el rol de capitán en el filial blanco y de un frustrante camino de ida y vuelta al Getafe. En cierta forma, un camino tan trufado de dificultades como el de su compañero de generación y ahora de equipo, Lucas Pérez. Uno y otro, por vías diferentes, se han reencontrado en la casa común tras un largo peregrinaje.

No fraguó el primer intento de instalarse en la élite de Mosquera, cuando en el 2010 aceptó la oferta del Getafe, pero en un rasgo de generosidad extraño en alguien con tanto talento, tampoco dudó en dar un paso atrás y acudir a la llamada de uno de sus mentores, Alberto Toril, para fijar unos cimientos que un de temporadas después lo han transformado en una de las revelaciones de Primera.

El viaje de ida y vuelta le sirvió para tomar impulso, para regresar a una categoría en la que se está desenvolviendo como un veterano, aunque solo haya disputado 76 partidos: 1 con el Real Madrid, 39 con el Getafe (en dos etapas distintas), 25 con el Elche y 11 con el Deportivo. Ahora parece instalado con todas las garantías entre ese elegido grupo de futbolistas que comprenden el juego, sorprendentemente, un cinco a la argentina, capaz de recuperar y de generar juego. La demostración palpable de que el equilibrio no tiene porque estar reñido con la calidad, ni se asienta en el medio matraca del gusto de tantos entrenadores.

Aquel cadete, zurdo y elegante, un mediapunta con llegada que compartió generación con jugadores como Mata, Adrián González o Granero, las necesidades lo fueron alejando de la portería rival, hasta el punto de que poco tiene que ver con el centrocampista que inicia el juego en el Deportivo, con el jugador que más balones recupera en el equipo de Víctor Sánchez y con el que más y con mayor acierto distribuye. Un cinco capaz de jugar en corto o en largo, capaz de sacrificarse y con un recorrido por descubrir.

Mosquera ha adaptado el talento del mediapunta al centro del campo, un arriesgado viaje en el que tuvo mucho que ver Alberto Toril, el técnico que le dio la capitanía y los galones para formar parte de ese Castilla que regresó a Segunda por la puerta grande y que a él le abrió de par en par las de Primera. Ahora es, probablemente, el único jugador sin sustituto en la plantilla del Dépor.