Incineradora, la herencia tóxica viva

Antón Lois AMIGOS DA TERRA

VIGO

La nueva planta que rechazó el municipio ourensano de O Irixo puede asentarse en el área de Vigo, teniendo en cuenta que es la mayor productora de residuos de Galicia

01 abr 2012 . Actualizado a las 07:05 h.

Si hacemos memoria, más de veinte años atrás, seguramente recordemos una eterna columna de humo saliendo de los montes de Freixo, en Valadares que se podía ver de forma permanente desde muchos puntos de la ciudad. Durante más de una década aquella humareda constante fue parte del paisaje, aunque pocas personas saben, ni sabían entonces, cual era el origen de la persistente bruma multicolor que, curiosamente, desaparecía los domingos.

La respuesta la encontramos subiendo por las carreteras de Freixo, donde podemos tropezarnos con un enorme edificio casi en ruinas y de aspecto francamente siniestro. Se trata de la antigua incineradora de residuos de Vigo, clausurada hace más de veinte años. El enorme mural ya casi borrado pintado en su fachada todavía se lee, irónicamente «Por un Vigo millor».

Su construcción fue muy discreta, acuciada por la ya entonces inminente saturación de los vertederos de la ciudad. La previsión inicial, muy optimista, estimaba que la incineradora podría quemar la mitad de los residuos que generaba entonces la ciudad, unas 140 toneladas diarias. El problema eran los fallos de diseño, el coste del combustible, la humedad de las basuras. En la práctica la media de incineración rondaba las 82 toneladas diarias, llegando a 100 toneladas si los residuos llegaban secos o con buen combustible como plásticos y papel.

Pero como siempre la incineración sacaba la basura de nuestras puertas para meterla por las ventanas, máxime en aquella instalación que carecía de las más elementales medidas de control de contaminación. La permanente columna de humo esparcía por la ciudad a merced de los vientos su carga de dioxinas, furanos, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, CO2, metales pesados, partículas. Así durante una década.

Lucha vecinal

Tras una intensa lucha vecinal y ecologista finalmente la incineradora de Vigo se clausuró, o lo que es lo mismo, Concello y Xunta pasaron a incinerar nuestros residuos en Cerceda, para que luego digan que no aportamos cosas a A Coruña.

Pero la historia de la incineración de residuos, como cualquier proceso contaminante, pocas veces se cierra sin dejar pendiente un epílogo como legado a las siguientes generaciones.

Tras la incineradora existe una enorme planicie, hoy cubierta por la vegetación invasora, sobre la que se puede (aunque no lo recomendamos en absoluto) pasear contemplando unas bellas vistas de la ría. No parece natural esa inmensa montaña con su cima explanada, y realmente no lo es: en realidad se trata del vertedero de 300.000 toneladas de cenizas de incineración, residuos considerados como tóxicos y peligrosos.

Por sus características esas cenizas deberían haberse confinado en un vertedero de seguridad estrictamente controlado. En su lugar sencillamente se tiraron monte abajo sin control alguno. Y ahí siguen, lixiviando lenta pero constantemente sobre Valadares, Navia, Coia, Bouzas, Alcabre y Samil, sus organoclorados, metales pesados, hidrocarburos, compuestos químicos de síntesis y orgánicos persistentes, además de lo habitual en cualquier vertedero incontrolado.

Quizás algún día una administración municipal que decida afrontar con sensatez el problema de los residuos que generamos (es decir, que haga lo contrario de lo que hicieron hasta ahora todas, sin excepción) recuerde esa bomba de relojería tóxica e intente controlar sus efectos. No se lo puso fácil el actual Concello sepultando recientemente a su vez esas cenizas tóxicas bajo toneladas de escombros procedentes de las obras del plan E.

En cualquier caso esta es solamente la crónica de la primera parte de esa íntima historia de Vigo con la incineración de residuos. La segunda parte está, nunca mejor dicho, en el aire. La Xunta acaba de hacer girar de nuevo el bombo en esa lotería de la ubicación de la incineradora sur de Galicia, ahora ya conocida con el nombre artístico de «valorización energética» o el excelente «reciclaje térmico». ¿Será el entorno de Vigo la zona premiada?.

Tenemos muchos números: Desde el primer plan de residuos de Galicia (antes de que existiera Sogama) ya se contemplaba el área de Vigo como el emplazamiento obvio para la incineradora sur. La lógica indica que cuanto más cerca de la fuente de residuos menor coste de transporte, y Vigo es la mayor productora de residuos de Galicia. También tenemos un alcalde que actualmente apoya la incineración, aunque es cierto que anteriormente como candidato a la presidencia de la Xunta la rechazaba frontalmente, aunque también es cierto que más anteriormente como ministro participaba en un gobierno que la apoyaba firmemente.

En cualquier caso, su partido político dice, ahora, que no a la incineración en Galicia, aunque en el Principado de Asturias acaba de decir que sí. En cualquier caso no se trata de una crítica partidista particular, pues analizando la historia de la incineración en Galicia, que como comprobamos empezó mucho antes de Sogama, podemos afirmar rotundamente que todos los gobiernos municipales, centrales y de la Xunta, de todos los colores sin excepción, apoyaron en la práctica la incineración de residuos.

Son estas cosas las que hacen tan bonita la política.