Vuelve el caso del alcohol adulterado

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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La operación Licor Ibérico recuerda al caso Metílico, en el que una bodega de Vigo provocó un envenenamiento masivo

09 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El dramático caso Metílico vuelve al recuerdo medio siglo después. Porque esta semana fue desarticulada una banda que adulteraba alcohol en Galicia y Portugal, mezclándolo con líquidos de coche. El producto final se distribuía como orujo y licor café. La operación Licor ibérico se ha saldado hasta ahora con 16 detenidos, 65.000 litros de alcohol incautado, junto a armas de fuego y vehículos de alta gama.

Pero el caso nos devuelve al pasado. Porque el lucrativo y criminal negocio de adulterar alcohol puso a Galicia en portada en 1963, cuando se desató una de las mayores catástrofes alimentarias, una historia oculta por la maquinaria de la dictadura.

Una sola copa de licor café mataba o dejaba ciega a una persona. La cifra oficial fue de 51 muertos. Pero la realidad es que hubo cientos, acaso miles de envenenados. El llamado caso del Metílico se convirtió, en 1963, en la mayor crisis por intoxicación pública del franquismo. Un distribuidor de Ourense y las bodegas Rosol, de A Coruña, y Lago, de Vigo, repartieron por España 75.000 litros de alcohol metílico, un veneno para el ser humano que tenía como finalidad real ser combustible para aviones. Convertido en ron, aguardiente o vinagre, la ponzoña llegó incluso a Nueva York, donde aquel año murieron 31 vagabundos intoxicados. Las penas para los implicados alcanzaron los 17 años de cárcel. Pero no cumplieron más de seis. Y, al declararse insolventes, ninguna de sus víctimas cobró una indemnización. Medio siglo más tarde, el caso del Metílico muestra como una mezcla de ignorancia y codicia desencadenó una tragedia.

Es posible que Rogelio Aguiar Fernández, empresario del alcohol ourensano, no supiera diferenciar C2H6O (etanol) de CH4O (metanol). Pero los 70.000 litros en garrafas que adquirió en un almacén en Madrid no daban lugar a error: calaveras, tibias cruzadas y un rótulo bien claro: «Tóxico. No apto para consumo humano». No obstante, el veneno costaba 9 pesetas por litro y el alcohol etílico, 30. Así que decidió rebajarlo con agua, confiando en lucrarse sin prever sus efectos. Con el líquido añadido, terminó vendiendo 120.000 litros de ponzoña letal.

Para distribuirlo, Aguiar Fernández contó con la colaboración de la bodega viguesa Lago e Hijos, dirigida por Román Rafael Saturno Lago Cabral y su hijo Román Gerardo Lago Álvarez. Como quedó demostrado en el juicio, ambos conocían que estaban vendiendo metílico. Pero lo distribuyeron sin dudas por toda España.

Las primeras muertes se registraron muy lejos de Galicia: en Lanzarote. Esteban Barreto Barreto murió en la madrugada del 18 de febrero de 1963, tras tomar unas copas de ron en un bar, entre fuertes dolores abdominales, vómitos y una súbita ceguera. Quince días después, fallecía María Dolores Zerpa, con los mismos síntomas. Poco después, los pescadores Santiago Betancor y Tomás Pereda.

Estas cuatro personas se quedaron ciegas y luego murieron. La farmacéutica de la villa, Elisa Álvarez, alarmada por las muertes, sospechó que todas estaban relacionadas con una bodega del pueblo, donde todos acudían regularmente. Por iniciativa propia, analizó los licores que habían consumido y determinó que el veneno era el alcohol metílico.

Aunque la farmacéutica dio la voz de alarma, las muertes se sucedieron. Se contabilizaron oficialmente 18 fallecidos en Lanzarote, La Gomera y Tenerife. Todos, por el alcohol que les había vendido la bodega viguesa Lago e Hijos. En Galicia, los diarios también recogían muertes: Noia, Laxe, O Carballiño... durante meses hubo un goteo incesante de fallecidos por envenenamiento. El franquismo silenció los casos.

El número real de muertes fue manipulado, como denunció el fiscal del caso durante el juicio. Se considera imposible que tanta cantidad de alcohol metílico solo matara a 51 personas. Se habla de cientos o miles de afectados, si incluyen los que quedaron ciegos. El fiscal calculó que debieron superar los cinco mil.

Los culpables fueron condenados a 17 años de cárcel. Pero no cumplieron ni seis. Se les procesó por un delito contra la salud pública, en lugar de por homicidio imprudente.

El periodista Fernando Méndez publicó en Galaxia, en 1998, el libro Historia dun crime: O Caso Metílico. Y el documentalista Emilio Ruiz Barrachina hizo un documental. Méndez volvió a publicar, más tarde, en Sotelo Blanco, Metílico, 50 anos envelendos.

Una aportación desde otra perspectiva fue la novela firmada en 2009 por Gloria Lago, entonces presidenta de la asociación Galicia Bilingüe. Nieta de los bodegueros Lago que distribuyeron el alcohol venenoso, quiso con El reloj de cuco reivindicar la imagen de su familia.

Desde la otra parte de la tragedia, familiares de los afectados intentaron en 2013 que se reabriera el caso. Pero sus intentos fracasaron. El caso metílico, una de las mayores tragedias alimentarias de la historia de España, cayó en el olvido. C2H6O frente a CH4O. Un episodio de ignorancia, codicia y falta de escrúpulos que terminó en una matanza.