La riqueza de los árboles caídos

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

m. moralejo

Los restos de la madera derribada enriquecen el suelo y constituyen un hervidero de vida

13 feb 2017 . Actualizado a las 12:26 h.

Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie alrededor para oírlo, ¿hace un sonido? Es un pensamiento filosófico que plantea interrogantes sobre la observación y el conocimiento de la realidad. Un recuento poco exhaustivo nos indica que tras los temporales de la semana pasada al menos una docena de árboles de gran porte cayeron en el interior de nuestros parques urbanos.

Con extraordinaria diligencia los operarios municipales andan estos días con una frenética actividad cortando y retirando esos árboles caídos. Aún estamos a tiempo de evitarlo y por eso hoy les queremos contar los motivos por los que, si tiene a bien considerarlo, nuestro Concello debería dejarlos como y donde están, así, tirados en el suelo. Un árbol caído solamente termina la primera parte de su vida, pero ni mucho menos ese desarraigo pone fin a su ciclo vital, si le dejan.

Para empezar, nuestros amigos tumbados serán los huéspedes de centenares de setas. Estos hongos saprofitos, es decir, que desarrollan su ciclo vital sobre la materia orgánica inerte, y que son casi la mitad de todas las especies de setas conocidas, contribuirán a la descomposición de la madera y la convertirán en alimento asimilable para el suelo, cerrando el ciclo natural que renueva y enriqueciendo la base de la vida que representa ese suelo fértil. Son además un eficaz indicador de la salud de estos parques. La ausencia de estos esenciales nutrientes empobrece los suelos, debilita a los árboles y supone una relación directa causa-efecto.

Los árboles de nuestros parques son más vulnerables a las enfermedades y a los vientos que sus primos del bosque justamente porque les retiramos el indispensable alimento que les permite crecer sanos y fuertes. Pero no olvidemos a los bichitos y bichazos que encuentran en esos troncos tirados su hogar ideal. Destacan, por su tamaño y rareza, las vacalouras, con su aspecto de ciervo volante y los enormes cerambyx con sus largas antenas. Recordemos que ambas especies de coleópteros están en peligro de extinción y por tanto protegidas.

Lamentablemente no son los únicos ejemplos de especies amenazadas. Nada menos que el 9% de las mariposas y el 11% de los escarabajos que viven en la madera en descomposición están a punto de desaparecer en Europa por carecer de estos biotopos.

Conservar estos viejos árboles para las especies xilófagas (que comen madera, vaya) representa un seguro de vida para el resto de los árboles, pues disponiendo de su alimento ideal no atacarán a los ejemplares sanos de su entorno.

Otros inquilinos de mayor tamaño se convierten en oportunistas okupas de estos árboles vencidos, como algunos murciélagos urbanitas (los pequeñines pipistrellus) o sus primos forestales, como los amenazados myotis, micromamíferos (los amables ratoncillos de campo, lirones y musarañas) y algún pequeño mustélido, como la siempre nerviosa comadreja. Y no olvidemos a las aves que encuentran en estos sitios su mejor restaurante, como los cucos, abubillas y sobre todo los pájaros carpinteros.

Sorpresa

Quizás les sorprenda, pero todas estas especies viven en nuestros parques asociadas a los árboles caídos. Ya ven que esos aparentemente inertes restos de madera son en realidad un auténtico hervidero de vida, como decía el título de aquella (lamentable) película Este muerto está muy vivo.

Por todo ello, resulta importantísimo, tras su correspondiente poda de copa y ramas secundarias, no retirar los troncos de los árboles caídos tras el temporal. Son una reserva de vida que garantiza la continuidad de los ciclos ecológicos del suelo y un vital hogar, refugio y alimento para muchas especies amenazadas que no pueden vivir en otro sitio.

Irónicamente nuestro Concello, al mismo tiempo que retira de forma veloz los árboles caídos en los parques urbanos, hace una excepción en la carballeira de A Guía. Allí mantiene sin retirar varios carballos muertos que, dicho sea de paso, la mayoría murieron por falta de atención. Lo hace además, expresamente por los motivos comentados (y lo informa con su correspondiente cartelito).

Es digno de felicitar y convierte en pertinente la pregunta: ¿Y por qué solo allí y no en el resto de parques?