Cómo rescatar a las víctimas en la catástrofe perfecta

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El personal de emergencias se entrena con un simulacro de accidente terrestre, marítimo y con un escape químico en el puerto de Vigo

10 jun 2022 . Actualizado a las 20:16 h.

«¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Ayuda!!!». Unos operarios están soldando el casco del Cantábrico Tres en el puerto de Vigo cuando salta una chispa sobre una botella de acetileno y se produce una explosión. Arde la bodega del barco. Las llamas han llegado a una cámara refrigerante, que utiliza amoníaco para congelar la merluza que pesca en el Gran Sol. Son palabras mayores. Este gas puede matar en diez minutos a alguien que lo inhale. Dos tripulantes sufren quemaduras y otro cae al agua. Hay una treintena de heridos, que ahora gritan en la cubierta. «¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Ayuda!!!».

La crisis lo tiene todo. Un accidente en tierra, un rescate en el mar desde el aire y un incidente químico. «Hay hasta gente mirando, ¡es muy realista!», señala desde la terraza del auditorio Mar de Vigo, más en serio que en broma, el presidente de la Autoridad Portuaria, Jesús Vázquez Almuiña, en dirección a los curiosos. Como conselleiro de Sanidade (2015-2020) le tocó algún operativo similar. Pero el de ayer a las 19.00 horas era un simulacro con el que el personal de emergencias, en el sentido más amplio de la palabra, se entrena, dentro del congreso de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias (Semes).

Los primeros en llegar son los bomberos. Tienen que desplegar un cubículo de plástico que se llama estación de descontaminación nuclear, biológica y química, y visten trajes especiales. Hasta que pasan por allí a los heridos contaminados con amoníaco, los sanitarios no pueden tocarlos. A la primera ambulancia le siguen otras ocho. La policía regula el tráfico en Beiramar y la Axencia Galega de Emerxencias y Protección Civil ayudan en el operativo. «En los primeros momentos hay que gestionar el caos», detalla el director de enfermería del 061, Óscar Estraviz, guionista jefe del simulacro, «pero son fundamentales para evitar que se expanda». La liberación de vapor de amoníaco debe llevar a confinar toda la zona.

Poco a poco se baja del barco a los heridos, mientras el personal del 061 hace un triaje de los enfermos: rojos, amarillos y verdes, según su gravedad. Disponen a todos en el mismo punto.

El helicóptero de Salvamento Marítimo atraviesa el cielo sobre la ría a toda velocidad, mientras el sol se yergue sobre las Cíes, las ráfagas de viento golpean en la cara, el silbato de la policía martillea en los oídos y algún conductor se desespera sin comprender qué pasa ni quién le mandaría meterse en Beiramar en coche justo hoy a estas horas. Cuando el helicóptero se coloca encima de la víctima y empieza a bajar, el rebufo de la hélice forma círculos concéntricos en el agua que alejan al náufrago como olas. Es como un baile. El piloto juega a acercarse para recoger a la víctima y, al mismo tiempo, a mantener una cierta distancia para no embravecer el mar. En solo dos minutos lo tiene. El Al tiempo, las ambulancias parten para los hospitales

«Hacemos periódicamente ejercicios para coordinarnos», dice Óscar Estraviz, «y que si esto pasa de verdad, como en el Marisquiño, la pirotecnia de Tui o Angrois, todos sepamos actuar de forma automática».