
¿ME HAGO RUNNER O SIGO CAMINANDO? Correr quema el doble de grasa pero, como al andar se aguanta más tiempo, el consumo calórico puede llegar a ser el mismo. Y te evitarás las temidas lesiones.
23 ene 2016 . Actualizado a las 09:58 h.Todos tenemos algún runner en nuestro entorno al que miramos con envidia. Le vemos pasar con su pulsómetro, el móvil enganchado a un chirimbolo en el brazo, las zapatillas con pisada de pronador y ese look de tonos fosforitos tan conseguido. Te dice que, desde que empezó a correr, le ha cambiado el humor y ha dejado de tener catarros. Y que por qué no te animas. Cuando el practicante de esa cosa antes llamada footing intercepta a un paseador de los clásicos -de los que van con la amiga, el marido o el perro por el paseo marítimo de su pueblo una horita al día- surge, automáticamente, la llamada «fase de exaltación de la carrera». El discurso suele sonar así: «Prueba alguna vez y ya verás. Yo me descargué una aplicación que se llama tal y cual...». Incauto de ti, un buen día claudicas y decides arrancarte a trotar, animado porque la susodicha aplicación del móvil solo te pide que camines tres minutos y corras uno, hasta que a los tres días ya te está ordenando que corras tres y andes uno. Ahí no hay vuelta atrás. Sin apenas darte cuenta, te has convertido en otro acérrimo defensor del running. Al cabo de un mes, ya sabes que tu pisada es de supinador y el primer gadget te cae por tu cumple, como ese reloj de pulsera que lo controla todo durante el entrenamiento. Empiezas a perder peso, consigues la mejor lista de Spotify para correr y te sientes feliz... Como encima el tiempo acompañe y te toque entrenar bajo el cielo azul, ya alcanzas el clímax absoluto. Estás en la fase de ¡correr mola! Pero, de repente, a los dos meses, tu cuerpo hace crac. Que si una fascitis plantar en el pie, que si el síndrome de la cintilla iliotibial, la tendinitis rotuliana, una bursitis... Total, que acabas volviendo, con la cabeza gacha, a caminar al paseo marítimo sin saber qué harás cuando te recuperes de la lesión. ¿Abandonar el running o seguir caminando? Un especialista en la materia como el doctor Rafael Arriaza reconoce que «caminar parece más seguro. Correr es más rentable metabólicamente, pero muchos empiezan sin un control adecuado o sin una buena técnica de carrera, y ahí es cuando empiezan los problemas». No a los veinte años, que a esa edad tu cuerpo lo aguanta todo, pero sí a los cuarenta, por ejemplo. El coruñés Adán Roque, que tiene 29 años, empezó a correr hace siete años. Hace poco tuvo una fascitis plantar, pero siguió corriendo. Alma Trillo era, hasta hace cuatro meses, de las que salían a caminar. Ahora corre y lo prefiere. «Siento más vitalidad. Se me despeja la cabeza. Estoy deseando que llegue el día de entrenamiento».
Al tener un menor nivel de exigencia, caminar está indicado para todo el mundo. En cambio, el running «necesita de un acondicionamiento previo tanto muscular como cardiovascular», corrobora Luis Durán, director de Entrenamiento y Salud Coruña. «El error que muchos cometen es el de correr para estar en forma, cuando hay que estar en forma para correr», añade Durán.
¿Se puede llegar a quemar tanta grasa caminando como corriendo? «Depende de la velocidad a la que vayas», responde Arriaza. «Quemas más calorías corriendo pero, por contra, la mayoría de las personas pueden estar mucho más tiempo caminando. Si puedes dedicar una hora y cuarto a tu actividad, probablemente te llegue con caminar». Si solo tienes treinta minutos, te interesa más correr. Imaginemos que estamos ante un sujeto varón de unos setenta kilos de peso, que camina durante unos cinco kilómetros. A los 45 minutos, habrá gastado 288 kilocalorías. El mismo sujeto, corriendo durante el mismo tiempo a una velocidad de 8 km/h, habrá consumido 468. Se podría llegar a ese nivel caminando, pero habría que invertir más tiempo.