Suman casi cinco décadas de música en los escenarios. Ambos saben qué es vender cientos de miles de discos. Son gallegos y están de acuerdo en el calificativo de «atlántico» para su sonido. Ninguno se dejó cegar por el humo capitalino de la fama cuando las multinacionales les decían que se instalaran en Madrid para que su triunfo en el negocio musical fuese más fácil, y decidieron que desde Galicia para el mundo podía ser algo más que el título de un programa televisivo. Son Charly Domínguez, el bigote -junto al de su hermano Yosi- más famoso del rock español, e Iván Ferreiro, que, tras convencer a medio mundo de que Los Piratas fueron junto a Los Planetas la mejor banda de España de los noventa, desarrolla una carrera en solitario que en el último lustro ha ofrecido algunas de las mejores melodías que se pueden escuchar en la escena musical de la piel de toro. Juntos, que no revueltos, nos explican por qué el pop y el rock made?/?in feito en Galicia es algo que tener en cuenta. La conversación se desarrolla en el territorio musical por antonomasia: un bar, en este caso de Gondomar, cuartel general de Ferreiro. Corren las cervezas y se enrojecen los pitillos mientras el dúo intenta explicar cómo es eso de vivir de la música en Galicia.
Pregunta. ¿Cuesta haber llegado hasta aquí desde los 80 y los 90, respectivamente? Charly Domínguez. Recuerdo cuando empezamos a tocar con la corriente a 125, pero después de tantos años tienes que tener un nivel en directo de calidad, porque no puedes defraudar a la gente que ha pagado por verte tocar y que a veces ha recorrido muchos kilómetros para conseguirlo. La gente te puede decir que no es ganado. Cuando empiezas, esas cosas te dan igual.
Iván Ferreiro. Al principio hay un grado de ignorancia sobre en qué se basa este trabajo. Yo no me enteraba de las cosas y, por ejemplo, no sabía qué misión tenía cada una de las personas que trabajan en una compañía discográfica. Me ponía a hablar igual con la secretaria que con el presidente, y a lo mejor le estaba dando la paliza a un tío que no tenía nada que ver con lo que hacía. ¿Qué tuvo de malo? Que puedes tener una mala relación con una compañía porque no la entiendes.
C.?D. Eso es la ingenuidad que pierdes con el tiempo. El primer beso que has dado no es igual a todos los que vienen después.
I.?F. Yo trato de creer que me gusta más el beso que doy ahora. Sé cuánto me cuesta llegar hasta él, la duración que tiene que tener? Ahora disfruto muchísimo de mi trabajo, porque sé lo que tengo que hacer. Al principio lo único que hacía era repetir repertorio.
C.?D. Lo que pasa es que al principio no pedías perdón. Nosotros llegábamos a tocar a un garito y le decíamos al técnico «a ver, ecualiza». Teníamos de técnico de sonido a un tío que tenía oído de artillero. El que quería botar, botaba, y al que no, aún le dábamos más. Ahora, no. Sabemos más, pero tampoco te dejan hacer nada. A mí me encantaba cargar y descargar, pero ahora no te dejan hacerlo aunque estemos de brazos cruzados.
I.?F. Pero a mí eso me gusta más. Que me recoja un tío a la hora en mi casa? y yo me dedico a lo que me tengo que dedicar.
C.?D. Pero eso es oficina.
I.?F. Creo que hay una diferencia. Esto lo hablé un día con Diego Vasallo [fundador de Duncan Dhu]. Un día le dijeron que era muy profesional. Él respondió que no, artista y profesional son cosas opuestas. Una cosa es que el artista llegue a la hora y haga todo bien, pero el profesional hace una repetición de un código que sabe cómo funciona. El artista tiene que hacer cualquier cosa menos una repetición.
P. ¿Cómo vivís la crisis de la industria discográfica? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? I.?F. Ahora hay que empezar a ganar en el disco número 10.000, por lo tanto hay que grabar a mitad de precio, porque vas a vender como mucho 20.000 discos, no 100.000. Por lo tanto nadie puede exigirme un sonido de alta fidelidad, lo que tienen que exigirme es emoción. El sonido de los discos va a ir cambiando, porque no vas a poder estar en un estudio dos meses pagando 800 euros al día. Ahora tienes que conseguir lo que quieres ensayando en casa.
C.?D. Lo de antes no era normal. Que te dieran 30 millones de pesetas para grabar un disco?
I.?F. Claro ¿Te acuerdas cuando grababas un disco y no escuchabas nada de lo que habías hecho hasta dos meses más tarde?
C.?D. Es que los 30 millones eran vaciladas. Ketama decían que les habían dado 400 millones de pesetas para un disco.
I.?F. En la música se acabó lo de ir en limusina. Ahora somos todos curritos. Lo de llegar, besar el santo y no trabajar el resto de tu vida no va a volver a pasar.
C.?D. ¿Pero dónde? Los grupos que estamos establecidos sí, pero los que empiezan no tienen salida. En Internet hay dos millones de grupos desconocidos.
I.?F. Pero hay gente que sale de Internet. Por ejemplo, Vetusta Morla, una banda que cuando empezó no la iba a ver nadie y que a base de hacer buenas canciones acabaron teniendo público. Nadie puede acabar con la música.