Señalan la necesidad de que las decisiones sobre la utilización del espacio público se tomen de forma colectiva
03 nov 2009 . Actualizado a las 13:54 h.Tienen una trayectoria avalada por prestigiosas obras y, lo más importante para estos encuentros culturales, también tienen discurso. Lo que no tienen son pelos en la lengua. Lo comprobarán durante una conversación en la que aparecen algunos de los grandes males del urbanismo gallego. Tras la charla, las «ocurrencias» -como a estos arquitectos les gusta llamarlas- que tienen la mayoría de los políticos sobre el urbanismo de las ciudades gallegas aparece como uno de esos grandes males. La amplias carreras de Alfonso Penela (Vigo, 1955) y Jesús Irisarri (Vigo, 1958) incluyen tanto grandes obras públicas como pequeñas unifamiliares, que compatibilizan con su trabajo como profesores de la Escuela de Arquitectura de A Coruña. Todo ese bagaje les permite opinar, como diría el famoso cocinero, con fundamento.
Pregunta. ¿Creen que actualmente la arquitectura está de moda y que, por lo tanto, eso produce que la gente valore más la importancia del trabajo de los arquitectos y, en general, del urbanismo? Alfonso Penela: Yo no lo veo exactamente así. La arquitectura tiene una componente que aún no está interiorizada por parte de la gente. Porque el término moda no siempre puede estar bien. Aunque es cierto que un arquitecto que empiece ahora al que le encarguen una casa se libra de que el cliente le venga a contar una serie de tópicos, algo que yo he padecido. Lo que pasa es que ahora puede pasar lo contrario. Es decir, que venga en plan sobremoderno , aunque lo moderno sea un período histórico más que un concepto. Sí que podíamos decir que la situación está mejor, pero no que haya un poso cultural. El síntoma está en la arquitectura institucional, que debería ser cabeza de lanza. Jesús Irisarri: A mí me da la impresión que en cuanto a conocimiento cultural de lo que es la arquitectura siguen existiento los mismos vacíos. Lo que ha cambiado es el paradigma formal de lo que la gente ambiciona, porque todo va llegando. Aunque a la sociedad le llegan las cosas del mundo de la creación con años de retraso, y en Galicia más. Curiosamente ahora han llegado los años treinta. El paradigma que tiene ahora mucha gente son las casitas blancas de cubitos, que son de los treinta. Eso no tiene nada que ver con el mundo contemporáneo de la arquitectura. Y también provoca que nuestros políticos y nuestros grandes financieros hagan un producto totalmente acultural.
P. Por lo que dicen, ni siquiera las instituciones cumplen un papel ejemplificador con sus edificios. A. P. Serían las que deberían marcar el camino y simbolizar el orgullo de una sociedad en progreso. Hay ejemplos de países europeos que sí lo han hecho. Pero aquí no es así. Y eso que se dan todas las condiciones, ya que esas obras son un símbolo común que pagamos todos y que, por lo tanto, deberíamos de cuidar más. Pero está vulgarizado desde un punto de vista cultural. Existe un mal que contamina gran parte de la cultura gallega y consiste en que se hace caso a algún pope embaucador, a lo que se une la desinformación general de lo que es la arquitectura. A las instituciones se les presupone que tienen dinero y asesores, pero algunos políticos de turno se sienten iluminados con la elección democrática, creen que saben de todo y ellos solos deciden sobre arquitectura. Entonces todo se pervierte, porque esas decisiones deben ser colectivas. ¿De qué edificios institucionales que se hayan hecho en los últimos veinte años o de los que se están haciendo estaremos orgullosos?
P. En algunos edificios parece que se piensa primero el continente y luego el contenido. A. P. O el contenido no se piensa para nada, o se recurre al tópico de auditorio, biblioteca y sala de exposiciones. Muchos edificios nacen muertos. Si haces un estudio estadístico sobre el uso que se le da a la mayoría de las inversiones públicas en auditorios, alucinarías. Ya no te digo de los denominados multiusos o el museo de no se qué. Realmente el dinero no se está aprovechando.
P. Ahí tenemos el Gaiás, por ejemplo. A. P. Es cierto que se habla de la Ciudad de la Cultura como un gran drama, pero todavía existe un drama mayor. Si analizas la inversión en equipamientos de uso cultural que se han hecho en Galicia, el problema todavía es más grande.