Empiezan a aparecer importantes escollos en el tortuoso camino del pacto educativo. En primer lugar, se huye de las cuestiones con gran carga ideológica, como Educación para la Ciudadanía, alternativa a la Religión o la ya conocida como «vertebración del sistema educativo». Mal acuerdo sería si no consigue garantizar el mínimo común a todas las comunidades autónomas, que cada día acumulan mayores diferencias en aspectos tan esenciales como los currículos o la enseñanza del castellano. En segundo lugar, la solución que se busca para los principales problemas de la educación no está exclusivamente en este ámbito sino, sobre todo, en otros estamentos sociales. Valores como el esfuerzo, la exigencia o la autoridad, que el Gobierno empieza a reconocer tímidamente, dependen mucho más de la familia, del entorno sociocultural o incluso de los medios de comunicación que de la escuela. ¿Cómo vamos a exigirle a esta lo que no se practica en casa o no se reconoce socialmente? La escuela no puede educar sin la familia. En el borrador del pacto se incluyen medidas como la financiación, impulso de las becas, flexibilización del sistema, escolarización temprana, formación profesional integral, aprendizaje a través de las nuevas tecnologías? Más de lo mismo; más de lo que en los últimos años no ha conseguido mejorar los resultados educativos. Los importantes aumentos presupuestarios no correlacionaron positivamente con el éxito escolar; la implantación de las nuevas tecnologías, sin la convicción y formación del profesorado, ha dado nefastos resultados en otros países o comunidades autónomas y el problema de la formación profesional no está tanto en su estructura y recursos como en su prestigio y reconocimiento social. No es que no haga falta más dinero o que no deban incluirse estas mejoras, pero la solución a los problemas de fondo no está aquí, sino en que los padres se responsabilicen de la educación de sus hijos, en que haya autoridad en la familia y en todo el sistema educativo y en que los alumnos entiendan lo que leen y sepan expresarse correctamente. Dotar solamente de autoridad a los profesores significará, hoy por hoy, que estos lleven los palos de arriba y de abajo. ¿Qué debería, pues, incluirse en el pacto? Formación de padres y refuerzo de la autoridad en toda la Administración, desde las direcciones de los centros docentes hasta los más altos puestos de responsabilidad técnica y política. Programas menos cargados en los primeros años de escolaridad y supresión de la rigidez en los horarios de las materias y en el estudio de los libros de texto. Lo demás, que no es poco, dependerá en mayor medida de un cambio social que del propio pacto.