El recuerdo a la maestra de varias generaciones de alaricanos

ALLARIZ

El homenaje a Pilar Bouzas se convirtió en un canto a la tolerancia social

14 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Profundamente religiosa, pero también combativa, y solidaria, y progresista en sus métodos de enseñanza, y reivindicativa, y luchadora... La lista de calificativos para definir a Pilar Bouzas, la maestra que fue también la primera mujer concejala en Allariz, es tan larga y compleja como lo pueda ser una vida, o una persona. «Estaba chea de contradiccións», reconocía ayer su hijo en el acto de homenaje que llenó de vecinos el salón de actos del Fogar do Maior.

Pero las contradicciones son inherentes al ser humano y quizá por ello, la presidenta de la asociación Silvardeira -organizadoras junto con el concello del acto de recuerdo- la ponía como ejemplo de que «cada muller debe ir a onde a leve a pasión en cada momento, que ser ela mesma, incluso tomando decisións difíciles sin saber moi ben si o camiño é o axeitado».

Porque Pilar era una mujer «sin etiquetas». Algo que, según reconocían sus hijos ayer, quizá en el mundo de hoy no hubiera sido posible. Porque posiblemente si hoy viviese Pilar la mitad de la población la tacharía de progresista y la otra mitad de severa y religiosa madre de familia. Pero ella fue, simplemente, producto de su tiempo, como lo es cualquiera y no se privó de hacer en cada momento lo que le parecía justo. Ayer se recordó su historia vital: nacida en la república y con métidos de enseñanza progresistas y muy avanzados a su tiempo, pero concejala entre 1973 y 1977, es decir, en el último tramo del franquismo y la etapa pre democráctica. Pero es que ella perdió a un hermano quemado por republicano, y a otro luchando con los nacionales. Quizá eso le enseñó a que no hay verdades absolutas.

Investigó en las danzas gremiales y creó un grupo de baile femenino para recuperar esas tradiciones -no del todo bien vistas en aquella época-, pero también organizaba ventas benéficas para recaudar fondos para las misiones, como hacían muchas de las integradas en la organización de damas católicas.

Fue madre, tuvo nada menos que cuatro hijos, y adoptó a otros dos, pero eso no le impidió dedicarse plenamente a su profesión y preocuparse incluso de que sus alumnos sin recursos plantaran un huerto de fresas con el que recaudar fondos para poder proseguir sus propios estudios. Fue, en definitiva una mujer, que supo entender, con esa filosofía práctica propia de las féminas, que en la vida todo es relativo, pero todo también es importante.

Ayer algunos de sus vecinos se levantaron para hablar en público espontáneamente y quizá por primera vez en su vida. Lo hicieron sólo para contar su caso. Su agradecimiento.