El próximo 19 de enero se cumplirá un año de la extraña desaparición de Martín Verfondern, el holandés de 52 años que residía en la aldea de Santoalla (Petín). Su mujer, Margo Pool, se levanta cada mañana con la esperanza rota: «Estoy segura de que está muerto, que no pudo ser un accidente de tráfico, que lo mataron. Pero no sé por qué. Todo es una incógnita...», dice compungida.
Hace unos meses ofreció una recompensa de 5.000 euros a quien diera una pista fiable sobre el caso, pero no se produjo ni siquiera media. «Tal vez la cantidad ofrecida parece poco», valora decepcionada intentando buscar una explicación a la falta de respuesta. Y repite continuamente que ya no se le ocurre qué más puede hacer.
No obstante, para recordar a su marido, y con el fin de que no se olvide el caso, el 19 de enero realizará un «cabo de año» de la desaparición de Verfondern que consistirá en la plantación de un árbol y la colocación de una placa conmemorativa en la que se podrá leer: «Aquí crece Martín». Para ello, reunirá a sus amigos de Petín. «Se trata de un acto bonito para recordarle, sentirle», cuenta con tristeza.
Investigación abierta
En los últimos meses, equipos especializados de la Guardia Civil rastrearon pantanos, montes, precipicios y el río Sil, pero la búsqueda fue infructuosa. «Creo que no se están realizando nuevas pesquisas porque no hay por dónde tirar. Yo le pediría a la policía que siga adelante», añade. Sin embargo, la investigación está abierta y según fuentes policiales se sigue trabajando aunque sin resultados.
Margo Pool explica que «estoy sufriendo porque no se esclareció. No hay lugar a la esperanza, pero tengo que seguir viviendo».
El caso está muy vivo entre los vecinos de Petín, donde no se ha perdido un ápice de expectación. Cada vez que ven pasar un coche de la Guardia Civil e, incluso el de Protección Civil, los paran y preguntan inquietos: «¿Apareció el holandés?».
En Petín todo son rumores en voz baja que tratan de deshacer el enigma: «Lo mataron porque había conflictos e intereses encontrados con terrenos que se iban a explotar para un parque eólico», dicen algunos. Otras cábalas van más lejos: «La última vez que se le vió fue circulando por Carballal en dirección a su pueblo. El asesino o asesinos lo interceptarían en la carretera. El todoterreno que llevaba, un cuatrolatas inconfundible, lo debieron desmantelar en un taller». Y es que nadie concibe que un coche de gran tamaño desapareciera con el conductor sin dejar una sola huella. Lo cierto es que el holandés salió de su domicilio y nunca regresó. Su pista se pierde en el vial de Santoalla.