Al margen de las disquisiciones legales sobre las condiciones que ligan a la jugadora al club en cuestión, el caso da para algunas reflexiones morales. No hace tantos meses en este país se vertieron ríos de tinta sobre si una chica menor de edad (16 años) podía entrar en una farmacia para pedir la píldora del día después sin haber pasado por el médico o si no necesitaba permiso de sus padres o tutores legales para decidir un aborto. Se habló de libertad y de dignidad y de mil hermosos conceptos más. ¿Por qué ahora no se utiliza el mismo argumento? ¿Por qué una niña de 16 años tiene que someterse a un compromiso legal, en el caso de que lo haya, adquirido por otro en su nombre? ¿Aceptaríamos que se viese ligada, por ejemplo, a un futuro marido que no desea porque otros lo han acordado? Cuando sea adulta y firme un compromiso tendrá que cumplir, mientras tanto, es un abuso.