El ex alcalde de Pontevedra en el mandato 1995-1999 cuenta cómo se enfrentó a Fraga para evitar que el edificio de los Juzgados se construyera en Campolongo
03 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Era director xeral de Pesca cuando decidió embarcarse en la política local. Fue un fichaje estrella de Rajoy y su padre, Fernando Pedrosa Roldán, tuvo mucho que ver en que aceptara el reto de ser candidato a la alcaldía en 1995. El 17 junio de ese año cogió el timón del Concello, después del frustrado «pacto del Parador» entre BNG, PSOE y Pontevedra Unida para crear un gobierno de centro-izquierda. El pacto lo harían luego PP y PU.
Tomó posesión y esa misma noche su primer sueño como alcalde se vio alterado por la iglesia de San Francisco envuelta en llamas. «A las tres de la mañana vino Ernesto, el chófer del Ayuntamiento, a avisarme, y desde Salvador Moreno ya vi el resplandor del incendio». Reaccionó rápido y desde Santiago le respondieron igual de rápido para solventar esta catástrofe. A los veinte días ya estaban las máquinas desescombrando para la posterior reconstrucción de la iglesia.
Sus primeros cien días de gobierno fueron de vértigo y en ese poco tiempo logró introducir cambios trascendentales en dos grandes proyectos: el Edificio de los Juzgados y la recuperación de las márgenes del Lérez.
La elección de la praza de A Liberdade como rincón tiene su historia. En este espacio iban a levantarse los nuevos Juzgados como apéndice de la Audiencia y Juan Luis Pedrosa consiguió in extremis librar a Campolongo de la aberración urbanística que estaba a punto de acometerse y trasladar el proyecto a A Parda. Lo hizo a costa de enfrentarse a Fraga y a parte de la judicatura.
«Cuando llegué a la alcaldía la obra estaba adjudicada y a punto de iniciarse. Vi los planos y me pareció aberrante hacer aquí un edificio de ocho plantas». Rajoy, Cuíña y Diz Guedes le apoyaron para buscarle otra ubicación y en tiempo récord negoció un convenio con Instituciones Penitenciarias para recalificar la vieja prisión de A Parda y levantar allí aquella mole, sin modificar el proyecto. «En un mes estaba hecha la modificación del PGOU y cuando íbamos a aprobarla en pleno...». Con Fraga hemos topado. «En una primera conversación telefónica, muy tensa, me dijo que me olvidara del cambio, que era su decisión, y yo le contesté que también la mía».
Al día siguiente le citó en San Caetano. «Entramos Diz Guedes y yo en su despacho y me dijo: ''explíqueme lo que quiera que mi decisión esta tomada''. Le saqué los planos, le di todo tipo de explicaciones y a cada argumentación mía me replicaba que a él le gustaba y no veía la aberración. ''Lo siento alcalde, pero no me convence'', sentenció, y la única razón que me dio fue que a la justicia había que mimarla y los juzgados debían estar al lado de la Audiencia. Mi respuesta fue que por qué tienen que estarlo los de Pontevedra y no los de Vigo o los de Cambados. Y ahí dio por terminada la reunión, advirtiéndome de que en lo sucesivo no le dirigiera la palabra y si quería algo que hablase con Diz o Cuíña». Y sigue contando. «Me marché escaleras abajo, seguido por Diz Guedes y oímos que nos reclamaba. ''Oiga, oiga'', el conselleiro retrocedió y le dijo: ''Que las obras no se retrasen y en última instancia haremos caso al alcalde''».
Ese enfrentamiento con Fraga probablemente le pasó después factura a Pedrosa en su carrera política. «Siempre me tuvo por persona incómoda que se rebela, pero creo que también valoró mi ahínco y mi arranque».
Después tendría otro episodio con Fraga cuando difundió su idea hacer un nuevo Instituto y convertir el Valle-Inclán en sede el Concello, con todo el profesorado en contra. «Con los Juzgados pretendió darme una orden, pero en este caso solo me aconsejó que no metiera con los de Educación», explica Pedrosa.
También consiguió que la recuperación de las márgenes del Lérez, proyecto de Cuíña, fuera una actuación más blanda que la inicialmente prevista y luego coronarla con la creación de A Illa das Esculturas.
Pero de lo que más orgulloso se siente es de haber evitado igualmente que la nueva sede de la Agencia Tributaria se construyese al borde del río, en la parcela donde estuvo el mercado provisional y que él recalificó como zona verde. Eso le costó un pleito con Hacienda. Tal edificio se está levantando ahora en la urbanización de Campolongo, en una parcela que Juan Luis Pedrosa segregó de la unidad de actuación del cuartel y cedió a Hacienda, con anterioridad a la negociación del convenio con Defensa que firmaría el Bloque.
Tuvo un mandato fructífero en obras, pero en los prolegómenos del verano de 1998, a un año de las elecciones, llegaría el principio del fin. En el 96 había desoído a Cuíña y Fraga, participando con sus ediles en una manifestación procampus que iba contra el Gobierno del PP en la Xunta. Pero llegó el 5-J, le hizo caso a Rajoy y no se sumó al clamor ciudadano en defensa de la capitalidad, en una de las mayores manifestaciones en la historia de la ciudad. Al no amarrarse a aquella pancarta cargó con los errores y malestar por decisiones de otras administraciones, como la división de la Audiencia, el desfavorable reparto universitario o el tratamiento de las basuras de Vigo en la frustrada empacadora de Vilaboa. «La división de la Audiencia fue la gota que desbordó el vaso, pero ya estaba lleno antes con el tema de la empacadora». Y añade, «tenía que haber ido a esa manifestación y no hacerle caso a Mariano. Me arrepentí mucho de no ir».