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La limitación de usos impuesta por Raxoi hace inviable la Sala Capitol

La Voz

SANTIAGO

Las quejas vecinales desencadenaron una lucha legal aún sin resolver, pero nunca recibió multas por ruido

07 sep 2007 . Actualizado a las 14:28 h.

La Sala Capitol ha iniciado los preparativos para cerrar el telón, aunque el símil más afortunado para calificar la situación se acerque más al boxeo, ya que lo que en realidad ocurre es que el propietario del local y promotor del proyecto cultural tira la toalla. Cansado de remar contra los elementos legales, Francisco Sanín ha impulsado los trámites para deshacerse de un espacio que en cuatro años se ha convertido en un referente en todo España en cuanto a programación musical, pero que no ha encontrado el apoyo de las instituciones para hacer viable un proyecto que echaba a andar una agradable velada del 29 de abril del 2003, con presencia del alcalde y el entonces edil de Urbanismo, Luis Toxo.

Y fue precisamente este departamento municipal el que más trabas ha puesto a una iniciativa que ahora agoniza. Sanín compró el local del antiguo cine en el año 2000 con el objetivo de poner en marcha una iniciativa cultural ambiciosa pero que al mismo tiempo fuese viable económicamente. Desde Raxoi se vio con buenos ojos la operación, pero al tratarse de un edificio catalogado con limitación de usos los trámites fueron procelosos: dos años tardó el Concello en otorgar la licencia de obra.

Con las obras del edificio se inició el largo camino para obtener una licencia que permitiera ofrecer conciertos -fin principal del proyecto- y a su vez poder desarrollar un negocio vinculado a la hostelería que diera sustento económico y llegara allí donde la venta de entradas fuera deficitaria.

Y ahí apareció el principal escollo. La aprobación de una licencia provisional como salón de baile con aforo para 670 personas dio alas a un local que, por capacidad, ubicación y diseño se convirtió en un referente de la noche santiaguesa y gallega en muy poco tiempo. El éxito conllevó problemas de ruidos nocturnos en la calle -el local está aislado y nunca recibió una multa en este sentido- que fueron denunciados por un grupo de vecinos de la calle Concepción Arenal, que lideraron una iniciativa judicial que permitiese delimitar los usos para los que se había concebido el Capitol.

Mientras los papeles seguían su curso en los juzgados de Fontiñas, en Raxoi determinaron en noviembre del 2004 que el uso definitivo del local debería de ser el de sala multiusos con actividades enfocadas hacia las exposiciones, los recitales, las reuniones -con toda la indefinición que implica el concepto- y los servicios propios para atender exclusivamente los espectáculos. La licencia incluía incongruencias como la limitación de ruidos a 90 decibelios (escasa para un local de conciertos) o un aforo de 680 personas, que es el que habían otorgado inicialmente como salón de baile.

A partir de ese momento se descartaba cualquier uso hostelero del Capitol, lo que obligó al empresario a abandonar la actividad nocturna y limitarse a la programación de espectáculos, casi siempre de carácter musical, aunque también tuvieran cabida el teatro, el humor, los desfiles y fiestas excepcionales entre las que también se contaban las de Carnaval, organizadas por el Concello.

En septiembre del 2006, coincidiendo con los cambios de nomenclatura impuestos por la Xunta, y sólo unas horas antes de que se conociese la sentencia judicial, el local recibe una modificación municipal de la licencia que convierte el Capitol en «auditorio», por lo que sólo puede hacer negocio con la venta de entradas y nunca más tarde de las dos de la mañana.

La sentencia, recurrida, daba la razón a los vecinos en su denuncia por la actividad nocturna desarrollada, pero dejaba abierta la posibilidad de que, por sus características, fuera considerado un «café concierto». En cualquier caso, el proceso quedaba invalidado por cuanto se había basado en una licencia inicial que había sido modificada por el Concello unos días antes de hacerse pública la sentencia.

Con las limitaciones impuestas, el local siguió programando ajustándose a sus permisos, viendo limitados sus ingresos a la taquilla y al servicio de bar durante los espectáculos.