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Una saga actoral nacida del albedrío y la voluntad de querer ser libres

La Voz

SANTIAGO

La descendiente del pedagogo Jesús Pereira huyó de Santiago para ser actriz viviendo momentos históricos

04 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La historia de Pilar y Camila, alumbradoras, seguro, de una saga teatral, es prueba de que el destino baraja las cartas pero es el ser humano quien las juega con instinto de equilibrista sostenido por el contrapeso entre el albedrío y la voluntad. Con estas dos potestades, necesarias en todo tiempo y lugar para que la vida merezca ser libremente vivida, debió fraguar Pilar su huida «en toda regla», en complicidad con dos amigos, para tomar las de Villadiego en aquella Compostela de finales del año 62 en la que ni siquiera el tren hacia Madrid paraba, lo que obligó a la actriz a cogerlo en Redondela.

Huía así la actriz de aquel asfixiante paisaje ultramontano como de sí misma, joven mujer de 20 años con una hija, «separada muy traumáticamente porque no había manera de razonar ni con tus padres ni con nadie». En Madrid, Pilar, tuvo el honor y privilegio de ser una de las actrices que integraba el elenco del María Guerrero, que era como ser funcionaria del teatro. «Tú vas a ser Mi Divina», le dijo Luis Escobar, confiándole uno de los papeles más bonitos de Salvajes en puente San Gil , de Martín Recuerda. Y así Pilar se metió en otro escándalo, en este caso teatral, que es lo que fue la obra.

«A mí siempre me fue muy bien. Lo que pasa que yo me largaba de los sitios porque era un culo de mal asiento», recuerda sin arrepentimiento Pilar, evocando también cómo dejó el María Guerrero para irse con Goliardos, para asombro de ellos que no tenían un duro. Su estancia fue corta, pues la segunda vez que fue de gira a París les dijo: «Esta es mi ciudad, aquí me quedo». Y allí vivió cuatro maravillosos años de su vida, en la antesala de mayo del 68, participando del grupo La Carraca, junto a Paco Ibáñez, el portugués Luis Cilia y el mismísimo Serrat.

Pero con mayo del 68 vendría la represión y la huida, sin papeles, a Bélgica. Su hermana Carmen le esperaba en Lovaina. Aquí, «a través de una puerta con cristales esmerilados», ya iba tomando forma de hermoso proyecto Camila, porque tras ellos estaba quien sería su progenitor, Jorge Bossa, un simpático y guapo colombiano a quien Pilar no entendía nada en las reuniones subversivas con su grupo, del que formaban parte Jaime Paz Zamora, novio de su hermana -quien llegaría a ser presidente de Bolivia-, y otro futuro líder, un tal Felipe González.

Con Alejandra, la primera hija, Pilar y Jorge, deciden irse a vivir a Colombia, donde tras múltiples experiencias y peripecias que no caben sino en unas memorias, nacía la criatura Camila Bossa un 3 de abril de 1973 -«el mismo año que se construían las Torres Gemelas», recuerda la hoy actriz que en el año 1980 regresa a Madrid con su madre y su hermana Alejandra, al corazón de la «movida» madrileña. «Llegamos de la burguesía colombiana, porque éramos unas niñas bien, a lo más lumpen», rememora Camila orgullosa de haber superado la dura prueba en su condición de «atea» que pasaba las horas de religión dibujando. En la capital ayudó a su madre a atender un puesto de venta en la calle, opción a la que se vio abocada tras un frustrado papel televisivo en La caja de Pandora , de Cervantes, que no tuvo continuidad más allá de primer capítulo.

Tras unas experiencias teatrales y de doblaje, madre e hija deciden regresar en 1993 a Santiago a donde Pilar es llamada por Maximino Keizán para hacer en el CDG Así é si vos parece . Camila se instala en la capital de Galicia con el objetivo de acabar sus estudios de Historia del Arte. No pensaba para nada seguir los pasos de su madre. «Para nada, porque yo siempre fui muy tímida -rechaza Camila-. Aunque parezca increíble, y yo haya vivido el mundo de mi madre, las decisiones que yo tomé aquí no fueron porque ella me influyera. Nunca hemos hecho comandita, eso de yo te meto aquí porque mi hija es actriz, no. Fueron decisiones que me llevaron a mí por ese camino». Pero la casualidad quiso que un día Camila Bossa se metiese en el teatro universitario para aprender a hablar gallego.