De todas las locuras dEL DICTADOR, la mayor de todas quizá sea la más desconocida: el proyecto de crear un río artificial con el caudal del Nilo a través del desierto de Libia, donde ya hay zonas de desierto verde
27 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Un río a través del desierto. Parece una idea de ciencia ficción. De hecho, lo es: en una de las novelas futuristas de J. G. Ballard, El día de la creación, un visionario quiere crear un segundo río Nilo que recorra el Sáhara. No se sabe sí Muamar el Gadafi llegó a leer a Ballard, pero el hecho es que él ha resultado ser ese hombre. En 1983 lanzó uno de los proyectos más megalomaníacos del siglo XX: la canalización de las aguas subterráneas del Sáhara hacia las ciudades costeras libias en las que estos días se dirime a tiros el destino del país. Casi toda Libia es un desierto. Incluso en su franja costera se encuentra el lugar donde se midió la temperatura más alta jamás registrada (fue en Bab Aziziyia, precisamente la que ahora es la residencia de Gadafi). La paradoja de este país, uno de los más sedientos del planeta, es que bajo la arena hay un océano subterráneo.
Se trata de una reliquia de hace decenas de miles de años, cuando el Mediterráneo llegaba hasta el Chad y en el Sáhara el clima era templado y húmedo. Se acumularon entonces grandes cantidades de agua fósil, que fueron redescubiertas en los años cincuenta, cuando comenzaron las prospecciones en busca del petróleo. Pero, aunque en esta parte del mundo el agua es más valiosa que el crudo, los depósitos se encontraban demasiado profundos y demasiado lejos como para que se considerase práctico explotarlos.
cigarrillos y petróleo
Hasta que Gadafi llegó al poder y vio la posibilidad de convertir esta idea en su pasaporte a la inmortalidad, su gran legado al pueblo libio. Fue así como, tras muchos estudios y preparativos, puso en marcha su Proyecto del Gran Río Artificial (GMRA, según sus siglas en inglés). El GMRA hubiese dejado estupefacto al héroe de Ballard. Es un gigantesco pulpo de tubos de más de cuatro metros de diámetro de hormigón prefabricado que extiende sus tentáculos a lo largo de 4.000 kilómetros. Para evitar la evaporación, las tuberías están enterradas. Cuando esté acabado, transportará 6 millones de metros cúbicos de agua por día. En teoría, su coste se sufraga con impuestos sobre el comercio, el petróleo y el tabaco, pero 25.000 millones de dólares, que es lo que se cree que podría costar, suponen muchos cigarrillos y muchos litros de petróleo. La Libia de Gadafi la del dinero a espuertas, simplemente, podía permitírselo.
Esta agua de 38.000 años de antigüedad empezó a correr por los grifos de Trípoli en 1996. Gadafi lo celebró entonces con una colorida ceremonia en la que habló de «un regalo al continente africano». En un momento en el que se encontraba aislado internacionalmente, este capricho de proporcionar este lujo a una población de unos pocos millones lo colocaba en la misma liga que los antiguos faraones o los reyes sumerios, lo que los historiadores llaman «los imperios del despotismo hidráulico». Ante sus invitados lo proclamó, de manera más bien poco original, «la octava maravilla del mundo». Pero una maravilla que solo durará doscientos años, si se sigue sacando agua a este ritmo.
> Pasa a la pág. siguiente
propaganda. Un cartel típico de los dictadores de otras épocas en el que aparece Gadafi ante el desierto verde en el que pretende convertir Libia.