Nacido en Alemania, Jorge Matos sufrió la primera crisis respiratoria con tres meses. Aun así, pasó una infancia y una adolescencia «bastante normales». «Me cansaba más, me acatarraba más... pero nada importante», cuenta. A los 22, la sospecha de una tuberculosis confirmó el diagnóstico, pero siguió trabajando en la oficina de estructuras metálicas, se casó... pero los 30 trajeron un ingreso tras otro y la diálisis. «Cambió todo, el trasplante lo cambia todo -insiste-. Que nadie baje los brazos ni se dé por vencido», dice a modo de mensaje. Se propone, de ahora en adelante, hacer su particular apostolado entre los enfermos y los posibles donantes: «Hay esperanza: yo soy el ejemplo».